EL RUMBO DE LA ECONOMÍA

No entender hoy día de economía es como una gran mutilación. El pensamiento humano discurrió durante mucho tiempo por la búsqueda del sentido de la vida y la trascendencia; los filósofos fueron dando una sucesión de fórmulas, a veces contradiciendo o complementando la idea anterior, que iban satisfaciendo al ser humano; luego paso el hombre a convertirse en el centro universal del pensamiento y prescindió de Dios, lo mismo que hizo el pueblo de Israel cuando se desesperó de no ver signos en el desierto, sin tener en cuenta que habían sido sacados de la esclavitud de Egipto y eran conducidos hacia la tierra prometida, entonces se dedicaron a adorar al becerro de oro. Desde aquel tiempo o desde siempre, el hombre se ha dislocado por el dios dinero, pero seguramente el momento actual sea una de las etapas fuertes de esa adoración donde hemos hecho del dinero un tótem al que todos, salvo muy raras excepciones, veneramos.

Durante mi infancia y juventud, existía una escala de valores un tanto distinta a la actual y las personas barajaban otras varas de medir al margen de la situación económica, que también. Una de las carreras de prestigio en los años 60, de aquellos muy pocos que podían acceder a los estudios universitarios, era cursar Filosofía y Letras, materias que luego se segregaron, pero que ambas por separado o conjuntamente dan un poso de sabiduría muy considerable a las personas a lo largo de la historia de la humanidad. La sociedad actual está marcada por la economía y ha prescindido de las humanidades, con lo que el dinero se ha hecho, si cabe, un poco más despiadado que nunca. Ya no interesa el saber, sino la utilidad económica de lo sabido. Rindo en este instante un sentido homenaje al recién fallecido José Luis Sampedro, economista y literato, quien decía que hay dos tipos de economistas: los que trabajan para hacer más ricos a los ricos, y los que lo hacen para que sean menos pobres los pobres.

Según nos cuenta el gobierno y sus adláteres, como contrapartida de los malos datos de la encuesta de población activa, ha pasado lo peor de la crisis y todo lo que queda por delante es esperar la recuperación económica. Pero  a mí me gustaría saber a qué estrato de la economía pertenecen los miembros del ministerio según José Luis Sampedro, si a los que piensan en los ricos o a los que piensan en los pobres. Cuatro de cada diez parados ya no cobran prestación alguna, y a estos y a todos, se les pide paciente espera. ¿Paciencia para qué, para ver la brecha de marginalidad que se abre en nuestra sociedad? ¿Cómo se espera con el estómago vacío? El gobierno tomo el camino de ayudar a los que viajan por autopistas, por sanear a los bancos, mientras autónomos, pequeños empresarios  y trabajadores por cuenta ajena caminan por la vereda que lleva al caos. Esperar es la fórmula, pero las veredas nunca acaban en autopistas.