Estos dos últimos días los he
dedicado a la más rabiosa actualidad, en cambio hoy quiero retrotraerme al
pasado y revivir aquellas estampas de la niñez de las que se nutre la
personalidad de todo ser. El pasado día 30, festividad de san Fernando, patrón
de Sevilla, fue nombrado hijo predilecto de la ciudad Felipe González. No
quiero entretenerme en la normalidad y salud democrática de haber sido reconocido
por un ayuntamiento con mayoría del PP, cuyo alcalde tuvo para él palabras muy elogiosas
y tratamiento de presidente, sino al comentario que hizo Felipe en el que venía
a decir algo con lo que no estoy totalmente de acuerdo, si bien tiene una gran
base de realidad. Venía a decir, repito, —no entrecomillo porque no tengo la frase
exacta— que se viven los primeros veinte años y el resto del tiempo se vive de
esas rentas. En mi caso, debo a Ojén la memoria de mis primeros años, el vínculo
familiar con los que se quedaron, y el deseo siempre vivo de volver a sus
calles y a sus gentes, pero reconozco que fuera de allí también me fui
construyendo la vida.
Y volviendo al inicio, hoy quiero
hablar de la antigualla de aquella vida
en la que los días estaban marcados por los quehaceres y que asignaba a los
lunes la tarea doméstica de la colada, los martes a repasar la ropa —aquella
ropa se rompía y se le echaban zurcidos y remiendos—, los sábados estaban destinados a la
limpieza general y los domingos para las tareas imprescindibles de la comida, la misa y el paseo. Los jóvenes de hoy no pueden entender
que se lavara sólo los lunes, como también les costará entender que no
existían lavadoras y que ni siquiera se disponía de un grifo en casa. Era otra
vida; eran otros tiempos donde el esfuerzo y el trabajo no tenían ni límites ni
el suficiente reconocimiento.
Los lunes, después de que los
niños se hubieran ido a la escuela, las madres cargaban con el baño de ropa y
se iban al río a restregar hasta devolverles la pureza perdida en juegos y
trabajos. Sí, algo similar a lo que ahora vemos en los documentales de algunas
sociedades que parecen ancladas en el tiempo. Después del primer lavado solían
restregarle nuevamente jabón y colocarlas al sol para que se reblandecieran las
manchas y en un segundo lavado poder dejarlas impolutas. El acabado final era,
tras el último aclarado, ponerlas a secar y volver cargando con el baño de ropa
a casa: una tarea ímproba, donde cada mancha era una especie de castigo para la
madre y las hermanas mayores.
Todo esto ha surgido al encontrar
esta imagen antigua de las lavanderas en el río Almadán, a su paso por el
pueblo —ahora cubierto y sirviendo de aparcamiento en su superficie—y recordar a las lavanderas y los juegos de mi infancia en el agua y fuera de ella.
Yo no he conocido lo de ir a lavar al río, pues en Granada había agua en las casas cuando yo nací, pero sí recuerdo que se lavaba a mano en la pila que estaba en el patio y también la primera lavadora semi-automática, que nos parecía maravillosa a pesar de que no hacía apenas nada.
ResponderEliminarYo recuerdo haber acompañado a mi madre al río cuando iba la lavar. También recuerdo que lavaba la ropa pequeña (yo tenía tres años y mi hermano uno) a la puerta de casa, en un barreño de cinc y con la tabla de lavar.
ResponderEliminarSon imágenes que tengo gravadas ... como aquella de haber roto el botijo al volver de la fuente con agua fresquita .... eso fué peor.
Besos!
YO TAMIBEN RECUERDO QUE DE NIÑO FUI A UN RIO PERO NO PARA LAVAR SI NO PARA VER. PERO HABIAN VARIAS CAMPESINAS QUE SI ESABAN LAVANDO CON SUS HIJAS SACUDIENDO LA ROPA DEVORADA POR LA SUCIEDAD . EN FIN. SALUDOS!
ResponderEliminarA pesar de no haber transcurrido tantos años la forma de vida cambió mucho, y en muchos aspectos yo no diría que para bien.
ResponderEliminar:-) Se quejan ahora muchas mujeres por tener que poner la lavadora, me gustaría saber que dirían si tuvieran que ir a lavar al río.
Buen día
Hola Paco, me ha gustado mucho esta entrada. La foto es preciosa. Yo era muy chiquitina cuando en mi pueblo lavaban la ropa en los caños. Así se llama. Y en otros lugares en donde se formaban arroyos y las mujeres iban cargadas con sus cestos de topa y lavaban. Luego echaban al sol y hasta que no se secaba no volvían a casa.
ResponderEliminarA mí me han dicho que en el pilón de lavar, se ponían primero las que ya habían quitado gran parte de la suciedad. Y las madres que iban con las gasas de los bebés llenas de caquita, se ponían al final del pilón donde éste desaguaba párate del agua y con ello de suciedad. Y entre esa agua la gran suciedad del pilón que iba hacia abajo. Una vez quitada la suciedad flotante de las ropas jajajaja, se ponían en la cabecera del pilón.
Según me han contado, mi madre no podía lavar porque no tenía fuerzas, y una prima suya lavaba la ropa de su casa y la de mi madre.
Me han contado que en invierno tenían que romper el hielo para poder lavar. Ufffffffffff, menudo dolor de manos congeladas al lavar en aguas tan heladas. Y eran muy felices porque no conocían otra cosa.
Y ahora con todas las comodidades y aun no somos capaces de ser felices. En fin, que un bonito homenaje a las lavanderas que tanto trabajaron para que sus familias lucieran las ropas más limpias del lugar.
Saludos y un abrazo
Con respecto a la frase de Felipe González, no tengo muy claro esa realidad, aunque todo depende desde cuando empieza a contar ¿desde que naces, a partir de los 10 años o de los 20 cuando terminas tus estudios y comienzas a trabajar y formar una familia?. Hace unos días escuchaba a una mujer bastante conocida en el mundo de la radio y manifestaba que fue el periodo de sus 40 años el mejor de su vida.
ResponderEliminarPor suerte ya no hay que llevar la ropa a lavar al río, aunque aún hay gente en algunos pueblos donde aún quedan lavaderos públicos que van a hacer la colada porque dicen que la ropa queda más limpia, seguro que será verdad, pero no me gustaría que nadie de mi entorno tenga que acudir ahí, las lavadoras están para lavar y si la ropa sale menos blanca, pues a apechugar, no se puede pedir todo.
Un abrazo
Los jóvenes de ahora, esos "chavales" que tienen menos de 50 años, no saben afortunadamente las penurias cotidianas que pasaban sus mayores para sacar adelante sus familias. Esperemos que por la crisis no tengan que volver a pasar por ello.
ResponderEliminarUn saludo.
No conocí eso de ir al río a lavar la ropa, pero en mi pueblo había un lavadero magnífico cerca del arroyo Carchena que nos servía a la chiquillería para jugar, y que el político de turno echó abajo ¡cómo no!
ResponderEliminarUn abrazo Fco.
Hola Paco!!!! Es bonito recordar esos momentos de la niñez que ensalzan los oficios perdidos. Las costumbres van cambiando con los años y por la tecnología pero lo añejo deja buen sabor de boca. Ojén, Ojén....!!!! Ya me entiendes!!! Besos cariñosos primo.
ResponderEliminarA esas madres habría que hacerles mil monumentos. No somos conscientes de cuánto han cambiado las cosas en tan poco tiempo hasta que no vemos imágenes así. Parecen cosa de un pasado tan remoto, y sin embargo no es así.
ResponderEliminarFeliz tarde
Bisous
Hubo una vida mucho más sacrificada que la actual. De eso me propuse hablar a la vista de esta fotografía de los años 50-60. A quienes no conocieron estas circunstancias, decirles que con certeza sus madres y abuelas; a quienes la conocieron, recordarles la bravura de sus seres queridos; a todos, que ahora gozamos de la vida menos esforzada que el ser humano tuvo nunca.
ResponderEliminarY lñuego nos quejamos porque tenemos que poner la lavadora, tender la ropa en las cuerdas del patio de luces y plancharla. ¡Qué cosas! Y eso mismo nos pasa cuando tenemos que fregar el suelo, cuando en otro tiempo tenían que arrodillarse y hacerlo a mano.
ResponderEliminarSaludos
Lindos recuerdos querido Francisco.
ResponderEliminarEn aquellos años había pocas cosas, nada de comodidades como ahora. Yo nací en la década del 60 pero me acuerdo de que eramos más felices, será que yo era pequeña.
Besos
Yo no he vivido sin lavadora ni he sufrido el lavar a mano en duras piedras cerca del río.
ResponderEliminarPero sí sé reconocer lo mucho y muy duro que se trabajaba antes y la admiración que en mí siempre provocó ese hecho que me contaban mis padres.
Me tuvieron bastante mayores y mis primeros hermanos sí que recordaban cosas como las que cuentas.
Me parece enternecedor esa sumisión al sufrimiento,la aceptación y lucha constantes y sin embargo,saber disfrutar a la vez de instantes sencillos y bonitos.
Besos.
Que duros aquellos tiempos y que valientes aquellas mujeres. No lavé en el rio pero si en una lavadora manual, suficiente para entender cuanto trabajo daba aquello. No estoy muy de acuerdo con la frase de Felipe o no la capto bien, los primeros 20 años tienen pocas rentas, las rentas de los primeros 20 dan poco de si, creo yo. Una foto historica, me ha gustado
ResponderEliminarBsss
Me acabo de dar cuenta que mi comentario a esta entrada la puse en una anterior titulada Los chorros.Voy a tener que centrarme un poc, pues esto no me habia pasado nunca.
ResponderEliminarDecia así:
En aquellos tiempos no tan lejanos, en todas las ciudades, pueblos y aldeas de España hubo muchas mujeres dedicadas a ese menester, mujeres de todas las edades, ancianas e incluso niñas que lavaban la ropa de la gente que podía pagarse el servicio.
Tu escribiste hace tiempo una entrada titulada Los chorros, y aquella entrada hizo que yo escribiera otra llamada "enlazando recuerdos" que trataba acerca de las lavanderas ¿te acuerdas?, esta entrada de hoy me ha hecho recordarla.
Hacia dias que no entraba en tu blog a comentar y ya me remordía la conciencia, no ha sido ni por descuido ni por olvido, sabes que siempre estoy pendiente de mis amigos, otras razones han sido las causantes de mi ausencia, que aclaro, nada que lamentar, solo que el tiempo no me alcanza como yo quisiera.
Un fuerte y calido abrazo
Lo que es la vida o mejor dicho lo que a cambiado. Como tu bien dices, antes se zurcía la ropa y en los rotos mas grandes se ponía un parche o remiendo, pues bien, hoy en día los pantalones rotos y con parches se venden en los comercios y a buen precio ¡vivir para ver!
ResponderEliminarUn abrazo
Recuerdo que cuando era niña, en casa, se lavaba en una pila que había en el patio y con jabón hecho por mi madre.
ResponderEliminarUn abrazo