Al salir de la escuela, me dio
una abuela una cesta y me pidió que le llevara la merienda a la era al abuelo.
Estaba muy cerca del pueblo y era uno de los lugares habituales de los juegos,
salvo en temporada de trilla, así que todos sabían que era un lugar muy conocido
para mí. A la llegada, el abuelo iba subido en el trillo y este enganchado a un
par de mulas que giraban sin cesar. El abuelo canturreaba coplas para mí
desconocidas que jaleaban a las mulas. Mi padre se afanaba remetiendo la paja
con el bieldo al centro de la parva. Me rendaron por turnos, pues había que
sacar el trigo antes de que llegara la noche y aún quedaba bastante faena.
Era de arriba, Ojén, lugar donde sucedió lo que cuento. |
Mientras merendaba, el abuelo me
contó un cuento a propósito de la trilla: Se cuenta —me dijo muy solemne— que
había un hombre trillando el día de San Juan y se le apareció un ángel que le
pidió que desenganchara las mulas, pues era día de fiesta; el campesino,
empero, no le hizo el menor caso y siguió jaleando a la yunta. Poco más tarde
se le apareció de nuevo el ángel y le amenazó con mandar un pedrisco si no
soltaba las mulas de inmediato, a lo que tampoco prestó atención y siguió haciendo
sonar la tralla. Por terceras vez se le aparece el ángel, ahora enfurecido y le
conminó a dejar de trillar o le mandaba un mal vecino, a lo que el labriego
repuso: no te alejes, échame una mano a soltar las mulas.
Estos cuentos, esta forma de
tradición oral, era el método habitual de enseñanza en aquellos tiempos. Cuando
el abuelo hubo tomado el café, me subió al trillo y anduve girando y girando
como un tropo por entre la paja, cada vez más deshecha, mientras él seguía con
aquellas canciones que hablaban de la propia faena que en ese instante
realizaba, y el cascabeleo de las mulas le hacían compás.
Recuerdo muy bien aquellas eras donde tanto jugábamos. Hoy día han desaparecido y en su lugar hay grandes edificios. Un abrazo desde mi mejana
ResponderEliminarHoy se le pregunta a niño, tanto de ciudad como de pueblo ¿que es un trillo? y como mucho te responderá, una mesa que hay en la casa del pueblo. La trilla ha desaparecido en todos los pueblos, es una parte de nuestra cultura inmaterial que ha desaparecido, como mucho podemos encontrar el lugar donde se realizaba totalmente abandonado y lleno de porquería en las afueras del pueblo; en cuanto al trillo, alguno, se utilizan para la realización de bellas mesas a precio bastante oneroso o simplemente como ornamentación.
ResponderEliminarUn abrazo
Cuántos recuerdos Francisco. Yo también jugaba en la era de la huerta de mis abuelos, aunque la verdad, prefería subirme al níspero, a los ciruelos o correr entre los granados.
ResponderEliminarJamás olvidaré aquella infancia tan plena.
Un abrazo.
¡Qué situaciones tan idílicas evocas en el texto! Las eras tenían un encanto especial para los niños.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias Francisco por compartir y recordar estas viejas enseñanzas, bonitas historias que forman parte de nuestra vida, aunque a veces nos parezca tan lejana...
ResponderEliminarMe ha transportado a un bonito lugar,donde sus gentes dejan sus puertas abiertas... donde el pan sabe a pan... (son de hornos tradicionales)...donde los niños juegan en la plaza, donde TODOS se saludan al pasar por la calle...donde el vecino al venir de su huerta, te regala un par de tomates... ¡Y que buena ensalada, con TOMATES de verdad!!
Un abrazo
Hola Paco!!!! QUé recuerdos tan bonitos... Ojén, la era, la familia... antes se vivía así y yo creo que éramos muy felices. La vida en el campo tiene sus incovenientes pero resulta maravillosa. Muchos besos cariñosos primo!!!
ResponderEliminarDichosa vida aquella donde nuestros mayores nos fueron inculcando sus ideas y nosotros aceptándolas. Un bello comentario y una hermosa lección a la juventud de hoy. Felicidades. Un abrazo.
ResponderEliminarEl ángel era un buen psicólogo: conocía bien los puntos débiles :)
ResponderEliminarY los cuentos de los abuelos son irreemplazables.Nunca se olvidan, por muchos años que pasen.
Feliz fin de semana
Bisous
¿Sabes? Para los que se criaron rurales estos detalles que cuentas deben tener mucha nostalgia. Para los citadinos como yo hambrientos de campo estos relatos son una ventana al sol, un cubo de aire, un pase de magia.
ResponderEliminarUn abrazo amigo
Y es que un mal vecino puede ser peor que el infierno y las 7 plagas de Egipto juntos.
ResponderEliminarUn saludo.
Era el lenguaje de nuestros mayores, las parabolas eran muy socorridas, mi madre también las empleaba mucho, si, hay que procurar tener buenos vecinos
ResponderEliminarBssss
Todo esto no lo conocí. Pero un par de años llevé a mis nietos a un pueblecito de Guadalajara. Y allí un hombre con una cosechadora moderna y tuvo a bien de subirlos y dar una vueltas con ellos.
ResponderEliminarDe ahi que si que puedo imaginar a los bueyes y a ti disfrutando.
Bss y buen finde
mil gracias querido y admirado amigo por concedernos el privilegio de ser participes de tus bellos y reflexivos recuerdos. Muchos besinos y feliz fin de semana con todo mi cariño.
ResponderEliminarQue tiempos aquellos, tan, tan especiales y con tan buena esencia, recuerdos, cariños...
ResponderEliminarYo recuerdo aquellos tiempos, si¡¡ muy bonito pero no me gustaria que nadie volviera a vivirlos, porque fueron tiempos de muchas miseria, para todos los trabajadores, donde pasabamos hambre y muchas nesesidades mas, eso si mucho respeto entre las personas, eso si que lo hecho de menos
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