LA ROJA Y LA CONVOCATORIA

Una mala planificación hizo que me perdiera el triunfo rotundo de España por cuatro goles a cero y ese buen juego del que hablan los medios de comunicación. Quince minutos antes de que diera inicio el partido se cumplía el momento de la segunda convocatoria para la reunión de comunidad de vecino. No somos muchos vecinos, pero ya sabe todo el mundo que una reunión de comunidad es como un melón sin abrir y nunca se sabe si saldrá dulce o pepino; se sabe cuando comienza y no cuando termina.

Acabamos justo después del pitido final del partido, pero antes, un superteléfono sobre la mesa de trabajo, el griterío del vecindario  y una consulta android de cuando en cuando, nos iba manteniendo al tanto del resultado entre cifras y letras. En la mesa, las necesidades del vivir diario, las cosas que dejan de funcionar, la pintura de las zonas comunes, las averías, los presupuestos…   Oído al dato: todos los vecinos al corriente de pago. ¡No es maravilloso!

Se establecieron algunas prioridades antes de que el Niño Torres marcara el segundo y se firmaron compromisos para otras en un plazo no lejano. La disparidad entre presupuestos era ininteligible, pero dimos con la clave de qué cosas incluían unos y otros. Nuevos proyecto; cordialidad y mejor trato; aclaraciones y muy buen entendimiento. El ascensor tendrá que esperar para una ocasión más propicia: entre el vecindario, jubilados y funcionarios públicos con sus emolumentos congelados o rebajados. Cuando se levantó la sesión ya había sido el pitido final. No vi jugar a La Roja, pero vimos las cosas claras.