27 mayo 2010

LOS NUEVOS ESCLAVOS

Aunque la Asamblea General de las Naciones Unidas estableciera el día 2 de diciembre como Día Internacional para la Abolición de la Esclavitud, la letra impresa y los buenos deseos no siempre alcanzan hacer saltar por los aires las cadenas que liberen a las personas de estar bajo el dominio férreo de otras. La esclavitud es tan antigua como la vida misma y está tan arraigada en la ambición humana que los 150 años de su abolición no son suficientes como para terminar con la apetencia voraz de quienes sienten sed del sudor ajeno.

Es cierto que ya no hay levas que arranquen de sus tierras a las personas en contra de su voluntad, ni plaza pública en la que ser vendidos en subasta, pero ¿no es una subasta la que cada amanecer lleva a algunas de nuestras plazas a un gran número de emigrantes a la espera que un dedo cacique le indique subir o no a la furgoneta que le lleve al tajo? Ni contrato, ni papeles, ni recibos, ni nombres; sólo sometimiento, sudor y docilidad para volver a ser seleccionados por el mismo dedo.

¿Acaso no es esclavitud arriesgar la vida y la hacienda de los familiares que quedaron embargados en sus lugares de origen a causa del pasaje del que sale buscando la tierra de promisión? Estos son algunos de los tipos de la nueva esclavitud: el subsahariano que vende pañuelos de papel en los semáforos, esos que envuelve en una blanca sonrisa, compres o no, a la espera de mejor fortuna; la rumana con cara de hambre añeja a la puerta del supermercado con un cartel mugriento que habla las penurias de los suyos; la marroquí que cuida de una abuela y le aflige el desprecio de la familia de la anciana, además de padecer todos los recelos; la boliviana que buscaba la tierra prometida y se ve enclaustrada en una red de prostitución, mientras hundida se afana en pagar cuanto antes su pasaje y mandar lo suficiente para que su mamá alimente adecuadamente a sus hijos; el sonriente y ceremonioso matrimonio chino que trabaja sin descanso para el tapado que le ha transportado a miles de kilómetros y le ha puesto al frente de un bazar sin horario de cierre; el ecuatoriano que recolecta los frutos que no podrá comer; los tripulantes de las pateras que cruzan el Estrecho con la incertidumbre de si llegarán al paraíso o acabarán en las manos de Caronte; los que se hacinan en habitaciones irrespirables y duermen por turnos en “Diario de Sevilla, aunque ha sido la única víctima, estaba acompañado por otros 13 trabajadores, todos ellos sudamericanos -muchos de los cuales indocumentados-, quienes "cobraban en mano" cuando el empresario, afincado en Madrid e identificado como Fernando P.G., resolvía remunerarle.

Es cierto que ya no hay grilletes para encadenar a las personas a la tiranía de la ambición de otros, pero siguen existiendo otras cadenas más sutiles e igualmente perversas.

1 comentario:

  1. Todos somos esclavos de una u otra forma. Cuando se habla de cualquier clase de esclavitud, siempre me acuerdo de Federico García Lorca:

    "Porque ya no hay quien reparta el pan y el vino
    Ni quien cultive hierbas en la boca del muerto
    No hay más que un millón de herreros
    Forjando cadenas para los niños que han de venir."

    Y el corazón se me encoge porque intuyo que nunca se acabará la esclavitud.

    Un abrazo

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