08 mayo 2010

JUEGOS DE AZAR

Hace mucho que dejé de probar fortuna con los juegos de azar, desengañado de perder continuamente y aleccionado por un sabio amigo que me hizo comprender cómo lo que se reparte en premios es muy inferior al cincuenta por ciento de lo jugado; “luego -me decía- matemáticamente, siempre te va a tocar perder”. Me habló de combinatoria, variaciones, permutaciones… aunque cuando realmente lo comprendí fue aquel día en el que mi antiguo vecino Enrique tuvo la desgracia de acertar y ser castigado con un premio, nada despreciable, que le llevaría a su ruina física, moral y familiar.

La lotería es un dardo que quiere hacer diana en la esperanza del hombre, si bien lo que logra es la desesperanza más absoluta. Se trata de un juego con el que sacar lo poco que tiene a los que de todo carecen, y así ocurre que cuando mayores son las necesidades económicas, más alta es la participación de la gente en los juegos de azar. La semana pasada, al pasar junto a uno de estos establecimientos, me dije: ¡total sólo son cinco euros! He pasado cuatro días elucubrando con el dardo que se me había clavado en el centro mismo de mi esperanza: puse mi fe y mi ilusión en el premio que recibiría y llegó a desvelarme la planificación de la nueva vida que me esperaba. Y es que cuando se pone la mirada en lo que no da la vida, ésta se pierde.

El juego resulta atractivo porque alimenta nuestra avaricia, o sea, nuestra esperanza de poseer más; la contrapartida moral es que sirve para arruinar a los tontos.

1 comentario:

  1. Alguien definio esto de las loterias como un "impuesto de los tontos".

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