12 mayo 2010

EL ABANDONO DE LO MOLESTO

Tengo un amigo que padece esquizofrenia -tratada larga y penosamente- y me ha llamado agónico de dolor por la muerte de su padre. Ha sido encerrado en casa por sus familiares para que no pueda acudir al sepelio, y que de este modo todo trascurra en paz. ¿Pero en paz para quién? ¿Para su padre ya cadáver? ¿Para él que en su confinamiento no piensa en otra cosa que en el suicidio? ¿Para sus familiares que se libran momentáneamente de su personalidad trastornada?

Me encuentro a más de trescientos kilómetros de distancia de los hechos y sólo hallo consuelo en la oración. Esto es un grito desesperado como los que acabo de oír por teléfono de esta criatura que, a sus más de cuarenta años, es tan frágil y vulnerable como un bebé. ¡Únete a mí! Pide por Francisco, para que su corazón herido no encuentre otra salida que las lágrimas y todo acabe como hace unas horas, cuando aún no conocía la notica.

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