02 mayo 2010

MI CUERPO Y TUS MANOS

Mi carne vocea quebrantos
que se hacen mixturas
cuando se vara en la playa altiva
del lienzo inmaculado;
allí el encuentro, allí la entrega,
y en los rizos táctiles de la singladura,
el pálpito y sopor de un sueño
que se hace eterno
en la inconsciencia del vértigo
preñado de espera.

Olas tibias surcando trémulas estancias
de océanos infinitos,
como arrancados a la arcana existencia
que sobrenada espumas de nácar;
de repente, un vahído, y el pabilo
tenue se incendia y se remansa,
y lanza ayes de consuelo:
dulcísimos unos, ázimos los menos.

Tiempo dormido en las ondas
de un fluir extremo, extraño,
extenso como la laxitud
que duerme vigilias imaginadas;
una música leve acaricia
con balsámicos ecos los recovecos
desnudos y el abordaje se trastoca en consuelo.

Un instante, un mundo, un galope,
una eternidad de relojes frenados,
un tiempo laso que pasa y se posa
como el disparo de un diafragma,
como la inexistente duermevela
que rehabilita los pretéritos
y retoca de azules las derivas.

Mi cuerpo y tus manos:
La tecla táctil que desactiva el tiempo.

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