PUENTE

A ambos lados de una corriente mansa,

entre la frondosidad verde

y parsimoniosa,

nuestras manos son piedra

perfectamente ordenadas y encajadas

que se anhelan,

que se entrelazan y arquean

de una a otra orilla

como lazo que vadea en seco

el espacio que nos separa.

Bajo la arcada,

bajo el puzle pétreo de ordenación

selecta y clave,

corretea el agua cantarina,

tan suave y fría como transparente,

discurre alegre e inconsciente

saludando junco y aneas,

flores amarillas

y toda una vegetación tupida

alineada a ambas orilla,

como tú y yo, cuando nos acercamos

buscándonos

y nos hacemos puente pétreo

en la firmeza de nuestra voluntad.