Ese viento que ulula con estridencias,
que se filtra por las rendijas invisibles
y atraviesa impune la delicada médula.
Ese frío que hiela y desgarra el aliento,
que atenúa, acalla y enmudece la voz
dejando la impronta de hostil invernadero.
Ese filo acerado y cortante que saja en canal,
ese tajo contundente y de puntería certera,
de acanaladura cirujana y sin sutura posible.
Ese temible anuncio de una nueva gota fría,
que abate y embadurna por los suelos de barro,
sin posible atadura a la que asirse y salvarse.
Esa ola infernal de lodo y agua, ese anuncio,
esa noticia reiterativa y subrayada, ese miedo,
ese espanto de “dana” que atenaza y esclaviza.
¡Pánico! ¡Pánico! ¡Pánico!

Un horror. Estamos todos con el alma en vilo
ResponderEliminarHace tres semanas reventó la arqueta de mi edificio y entró en el garaje un río de agua que dejó enterrados varios vehículos; desde entonces vive uno en alerta.
EliminarUn abrazo.