Sales a pasear,
caminas bajo en un árbol
que está alfombrado de colores
y contemplas que es otoño.
Alzas la mirada al cielo,
llevado por lo aguerrido del viento
y descubres la lucha entre las nubes
y las muchas posibilidades
de que todo acabe en feroz tormenta.
Un pequeño desnivel te hace tropezar,
y cuando miras descubres
un encendido ramillete silvestre
que, de otro modo,
te hubiera pasado desapercibido.
Tras un recodo, un surtidor te recuerda
cómo apagar el cansancio y la sed;
pero es un circuito cerrado, no potable,
y solo te ha inducido tus ansias.
Vuelves sobre tus pasos,
y sigues encontrando indicios
que te invitan a no cerrar tus sentidos
a todo aquello que te rodea,
y a poner especial atención
a lo que te incita o sobrecoge.

Hoy saldremos poco a pasear. Caen en Madrid chuzos de punta.
ResponderEliminarUn abrazo.