Colores, formas, aromas…
caminos que serpean y agua generosa
que tonifica, vigoriza y engalana.
Se ha derramado la caja de acuarelas
y ha revuelto y barajado el arcoíris,
también el fragor intenso en competencia;
un derroche de exuberancia
acaricia la mirada
y nos sitúa al borde del paraíso:
un remanso de paz y silencio
solo interrumpido por el canto
y el aleteo de los pájaros.
Todo apunta hacia lo alto:
los cipreses lo hacen
con su índice hacia arriba,
y otros menos altivos, quizás por dudas,
también hinchan sus copas
en fraternal banquete.
De repente pasa ella como sin pisar
y todo se para y enmudece:
viste de un blanco inmaculado
y flota a su paso una nube insomne
que ha sido derrotada
por el vaho de aromas irreconocibles,
al que ni la más delicada flor
intenta oponer resistencia y es sumisa.
Candor angelical,
el plus que todo lo subvierte.

Un paisaje lleno de colorido y vida que enmudece cuando ella lo recorre. Si el sol calienta más , el cielo se torna más azulado y los pájaros trinan en las ramas... ¿ se podría considerar un piropo?
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