Así como unas nubes blancas
son cortinajes y tramoya
de la cúspide celeste,
una semilla es esperanza,
es futuro imperfecto
que se conjuga en el tiempo,
dependiendo donde caiga:
en el camino, entre abrojos,
entre piedras o en tierra fértil.
Primero llega la luz derramándose
y más tarde el trueno
con su pompa y artificio,
para dar paso a la lluvia;
si es generosa y calmada,
cala y empapa la tierra,
pero si acaso viene atropellada
devasta y todo se lo lleva por delante
dejando destrucción, muerte y ruina.
Una pluma es parte del ropaje de un ave
y es también un sueño literario
que duerme apacible la espera creativa,
creación que será fijada
o se la llevará la brisa de los días.
Siempre hay algo de casualidad
en el menudeo del acontecer,
con frecuencia al paso caprichoso del azar,
pero que se engarzan en una u otra
dentro de sus muchas posibilidades:
sin esfuerzos no esperes frutos.

El azar es culpable de lo malo y cómplice de muchas cosas buenas.
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