La brisa intrépida
hace que las ramas del naranjo
tintineen en los cristales de la ventana
reclamando tu presencia,
como arpegios musicales
que no regatean esfuerzos
por contemplar tu hermosura
y vislumbrar tu respuesta
en la sonrisa que te ilumina
y enciende de rubor.
Es la amanecida,
una posible urgencia
te ha llevado a la intimidad del baño
y le has sonreído al espejo
como contraseña de tu identidad.
Anoche estaba la oronda luna
en las inmediaciones
desde su lejanía,
celosa de tu competencia
en brillo y esplendor.
Has salido del baño
atusando tu cabellera,
mirándome atentamente distraída:
no es el momento;
démonos una nueva oportunidad
cuando la espera haya madurado el fruto.

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