Tú que eres el candor
y la belleza plena,
la inocencia en grado superlativo.
Tú que bebes como quién juega
y juegas con el jugo de los besos maternos.
Tú que sigues el curso
de las cucamonas sin malicia
y te reflejas a plenitud
en una mirada limpia.
Tú que eres la perfección
en tamaño reducido
y no conoces la perfidia.
Tú que todavía, un copo de nieve
ardiente e inmaculado,
eres la esencia que ya conjugas
presente y futuro.
Tú que eres la esperanza
de la generación futura,
aprende de mis errores
y mantente por siempre potable
en el cauce del arroyo que vives,
sin pensar a qué mares irán tus aguas.
"Cucamonas", hacia siglos que no escuchaba esa palabra.
ResponderEliminarCreo que nuestros hijos no aprenden de nuestros errores, tienen que equivocarse con sus experiencias, de los errores también se aprende.
Un abrazo.
Tienes razón en que aprendemos bien poco de los errores ajenos, pero los padres no dejan de inculcar a sus hijos enseñanza de la experiencia ajena.
EliminarUn abrazo.
Aprenderá de sus propios errores, tal vez. Muy pocos aprenden de los errores ajenos. Que conserve sus principales virtudes.
ResponderEliminarUn abrazo.
Feliz infancia en su inocencia, quien pudiera volverla a vivir. Saludos
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