Alguien
partió de ti,
llevando
tus naves en busca de ajenos universos.
ROCÍO BIEDMA
Y se alejó.
Se alejó como quien se
adentra
en las aguas de un océano
desconocido,
en la ciénaga del olvido
o en el cepo de la traición,
donde el naufragio es el
inevitable colofón
de tan nefasta singladura.
Ya no ha de recordar
que lo habíamos hilvanado
con puntadas de pasión
y con el mimo de un artesano
que borda con hilos de plata
y oro
en los escasos arrumacos
concedidos.
La distancia es la cárcel
donde se maceran las fogosidades
en cocción lenta,
como si un alud prolongara
el invierno
cortando las amarras de lo
cotidiano,
dejando de ser titubeo incipiente
de juventud
para ser tachadura, borrón,
desgarro;
un descalabro sin zurcido posible
por el que se me escapa la
vida en este cuentagotas
que agoniza.
Qué mala es la distancia. Y el olvido.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
La distancia suele llegar al olvido sobre todo si no se mantiene alguna relación bien sea escrita o hablada por tantos medios cómo hoy se disponen.Saludos
ResponderEliminarEl amor es lo más incomprensible. En unos sobrevive a cualquier tipo de prueba. En otros termina por lo más simple.
ResponderEliminarUn abrazo de anís.