Te has ido a vivir a las estrellas, Luis,
envuelto en un manto de silencio,
como quien se atrinchera
de las inclemencias
y se queda anudando sombras.
Una orfandad de mutismo
fue tu recogimiento profundo,
cuando has dejado de ser donación
con la prodigalidad acostumbrada.
No hemos aprendido de ti
el lenguaje leguleyo,
pero tratamos de imitarte
con la sobriedad y el rigor de tu entrega
y la sonrisa afable y cariñosa
de cada uno de tus gestos.
Si algo se nos ha contagiado,
ha sido la alegría de repartir amor
a quienes solo cuentan
con la calderilla de una sonrisa agradecida.
Ahora que vives en la plenitud
de la Presencia,
nos fundimos contigo
en un silencioso abrazo.
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