Siempre fui uno de tantos,
ni un otero que mirar hacia arriba,
ni una sima en la que perder la mirada;
tampoco fui un rezagado
que perdía el paso en la cola.
En el pasar,
en el anonimato de la medianía,
ocupé mi tiempo, mi hacer
y mi quehacer diario.
Es cierto que permanentemente
revolotea un pájaro dentro de mí,
un ente que sueña con cabriolas,
con trinos que no desafinan,
pero música de susurrar internamente,
que jamás piensa en noche de estreno.
No reniego a soñar, al contrario,
pero lo hago despierto y palpándome,
en deportivas y racheando los pies
para no caer cegado por el humo
de un éxito ensoñado
del que caer desplomado al despertar.
Sueño, sí. Sueño de día, a plena luz,
y me contengo en mis límites
para en ningún caso desbordarme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario