Entre tinieblas, la luz
se abre paso por entre la densidad
como fanal tintineante.
Se agita la vida. Cantan los pájaros,
gorjean las gaviotas
bocanadas sonoras y recónditas.
Como un temblor de lámpara de aceite
va el día descubriendo sus intimidades,
y desmelenándose entre bostezos
la luz inaugural y radiante.
Todos duermen o todos callan.
De repente, el ruido de un auto acelerado
que muy rápido desaparece.
Un despertador cercano e insistente
vocea su alarma desgañitándose.
Se iluminan algunas ventanas del vecindario;
otro coche, más coches, muchos coches.
Ya es pleno día, se ha impuesto la luz
y también el ruido compite en estridencia:
todos como autómatas acelerados.
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