Hemos desenterrado el hacha de guerra
y, aunque con filo romo no decapita,
golpea con rabia y tan mala saña
que levanta unos moratones tan infectos
que carcomen y destruyen a diestra y siniestra
en espera de más graves y contundentes efectos.
Sembrar la sospecha,
mentir a sabiendas,
hacer del bulo moneda de cambio
de la difamación y el chascarrillo,
montarse en los coches de choque
del y tú más,
para asomarnos al precipicio de la incertidumbre
y del vertedero.
¡Ya basta! ¡Basta ya!
No es posible respirar un aire tan viciado:
desenterrar la ira,
ser comidilla de los carroñeros,
ser lodo pringoso en lugar de agua potable,
ahogar la sed con brebajes hediondos,
ser tachaduras y borrones de vidas ajenas,
vocear la paja en el ojo ajeno
sin desprenderse de la viga del propio,
extender la epidemia,
hacer del otro tachaduras y borrones,
ser raposa en medio de la noche
y comadreja de las intimidades del otro…
¡Ya basta! ¡Basta ya de tanta podredumbre!
Plenamente de acuerdo. ¡¡Basta ya!!
ResponderEliminarSaludos
Me alegro que así sea, Emilio.
EliminarUn abrazo.
Abrazos.
ResponderEliminar¡Basta ya!
Muchas gracias, Sara.
EliminarUn abrazo.
Estamos tocando fondo...vamos a ver si son y somos capaces de remontar y lograr la dignidad que todos necesitamos, amigo poeta.
ResponderEliminarMi abrazo entrañable.
Lo malo es que todos estamos contaminados y ya no nos queda en quién creer. Solemos mirar hacia arriba y culpar a otros, pero no nos miramos nuestras manos y deberíamos lavarnos, María Jesús.
EliminarUn abrazo entrañable.