La piedra sonó como un tambor
sobre el duro asfalto
y se multiplicó en el eco
de la megafonía de los montes,
como quien dicta un ahora
que en nada es comparable
al ayer y mucho menos al futuro.
La robustez se hizo frágil
ante la persistencia de la lluvia,
y gota a gota fue horadando la tensión
que por instinto gregario les une.
Libre al fin del regazo materno,
se deslizó hacia una nueva aventura.
Como la estrella errante
hace sus locas escapadas nocturnas,
tocada con manto refulgente
en medio de la noche,
como nube huracanada
que corre sin rumbo cierto
hasta deleitarse en su propia mirada,
así la piedra juguetona buscando aventura
-ciega de pasión desbordada-
hasta cegar los caminos
sin medir ni importarle las consecuencias.
Un chico se grava tirando una piedra en un desfiladero, hay que ser tonto para gravarse tirando un piedrolo, la jugada le puede costar 200.000 € de multa, mientras tanto no se multan a los que talan árboles, a los incendiarios, o tiran basura a esos mismos lugares, es el mundo al reves.
ResponderEliminarSaludos
La mayor parte de las veces, Emilio, la justicia brilla por su ausencia.
EliminarUn abrazo.
Tu poema me recuerda a León Felipe, que nos hablaba de una piedra rodando en el camino...Asi vamos todos rodando por la vida, sufriendo y aprendiendo en el camino...Muy bello e inspirador, amigo.
ResponderEliminarMi abrazo siempre.
Y perdiendo alguna que otra esquirla por los golpes, María Jesús.
EliminarUn abrazo.