En el alero un nido de golondrinas,
un abandono que fue
cálido hogar en primavera.
En el pinar, delicada música
de agujas verdes
en tono de agudos silbidos.
En el horizonte
desaparece una gaviota
que quiso escrutar la perspectiva
con la ayuda del fanal de la luna.
Se ha extraditado,
como yo pierdo el norte
en las cavilaciones del insomnio.
La mar sigue con su cantinela
de ritmo binario
e invita a soñar despierto.
El niño duerme a pierna suelta,
jugueteando con el globo nocturno;
un temblor de inquietudes genitales
se acomoda a la placidez del momento
y abarquilla de nuevo su cuello
con el balancín de la almohada.
Noche de luna llena,
tercera imaginaria,
un tiempo para meditar
y no enrolarse al pairo
de negruzcas figuraciones.
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