La mirada se recrea y complace,
al tiempo que crea y fantasea.
Son los ojos el pórtico,
los que quedan prendados
y abren la espita al contacto
desde la media distancia.
Esa potente luz analítica
o más bien locuela que se cuela
o deslumbra e ilumina
y se columpia imaginando,
creando desde cero una impronta
y fiándose de ella
como de una ciencia exacta
que con tanta frecuencia se equivoca.
La mirada, el señuelo que nos contagia
y nos deriva a vivir colgados de una ilusión,
absoluta y rotundamente transformados.
Hay miradas que atraen por trasmitir, paz, alegría , comprensión y es un gusto tremendo sentir una de esas miradas. Pero también hay otras que asustan por el odio, resentimiento y maldad que trasmiten. Saludos amigo poeta.
ResponderEliminarDices muy bien, Charo, hay muy distintas miradas.
EliminarUn abrazo.
Pues es muy cierto. De todas ellas podemos decir que comunican, pero hay algunas que mejor que no abrieran los ojos.
ResponderEliminarBesos.