Abro la ventada
y entra más ruidos perversos
que aire renovado
o delicada luz primaveral
que tiña con veladuras agradables la estancia.
En algún lugar cercano
un estruendo que atolondra.
No sé si disputan o juegan,
en todo caso, en tonos inadecuados,
de ningún modo armónico.
La violencia es el rayo que no cesa,
esa amenaza real que nos maltrata,
que ningunea con desprecio
en pos de un fruto más que ponzoñoso.
Atrincherado. Fuera una disputa de ecos,
de alaridos desaforados y cánticos forofos
que abrigan la tibieza de una pertenencia
que ni tiene vínculos ni los merece,
pero lo distorsiona todo,
lo reviste de una pátina desagradable
y lo hace repelente.
Contaminación acústica lo llaman,
con cierto grado de sutileza,
¿acaso no es más definitorio llamarle violencia?
¿"Violencia acustica"?, pues sí.
ResponderEliminarSaludos
Estamos de acuerdo, Emilio.
EliminarUn abrazo.
Esa violencia o contaminación acústica nos entristece a todos, porque se da muy a menudo por la falta de valores y el rumbo desorientado de nuestro mundo, amigo poeta.
ResponderEliminarMi abrazo siempre.