La calle.
Ajeno a ella, el tráfico
rodado y ese ruido
de neumáticos que se
consumen,
hierros que chirrían
al tiempo que se quema un
combustible
cada vez más caro, cada vez
más escaso.
Busco un asiento, un asiento
a la sombra,
donde reservarme de este sol
de julio justiciero
que se ofrece a todos sin
distingos encendiendo los ánimos.
Un asiento, un poyete, un
asiento que no veo
pero me grita urgencias
desde el imaginado
confort del escaño.
Un bloc y un lapicero donde
bosquejar palabras
que sueñan con ser poema
y acabar rubricado con
aplausos
para luego entrar en la
formación ordinal
de la estantería de una
biblioteca.
¿Acaso puede el poeta solo
hacer un poema?
¿Puede un vientre de mujer
concebir vida a solas?
Este torpe garabateo,
en esta improvisada sombra,
en medio de la agitación que
es el pulso de la ciudad,
no será un poema en tanto
no sea leído e interpretado
por otra mirada
que desde su frío o su ardor
se emocione con este balbuceo.
Primero traté de buscar
acomodo a la sombra.
Localicé un asiento al borde
del camino y rotulé palabras
en busca de un lector que
certifique.
Ya tienes el lector.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Felipe. Ya contaba contigo.
EliminarUn abrazo.
Lo de buscar un poyete, bolardo o banco para escribir es necesario porque todo el mundo sabe que el acto creativo exige un gran esfuerzo y, como en los mejores partos, puede provocar efectos secundarios: mareos, desmayos, etc.
ResponderEliminarNo me mientes los mareos, Cayetano. Las cervicales me están matando y hasta pierdo el equilibrio. ¡Ay, los años!
EliminarUn abrazo.
Dices bien, Francisco, lectura y escritura van de la mano. Hermosos poemas. Inolvidable la cuarta estrofa. Creo que plasma lo que de verdad ansía todo escritor.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias por tu atenta lectura, Sechat.
EliminarUn abrazo.
Mis aplausos señor poeta.
ResponderEliminarBesos,versos y flores.
MA.
El blg de MA.
Querida MA, gracias infinitas por tus palabras
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