Misericordia
quiero, y no sacrificio.
Mt 12, 7
Cuando
el pan se pone duro en mis manos
y
le sale moho, como queriendo reverdecer de ira,
el
reseco llanto de la harina recuerda el hambre
de
otros y me acusa de no estar atento
al
órgano de las tristes tripas o la deshidratación
de
quienes carecen de agua potable.
El
andrajoso y el desnudo son más visibles,
pero
¿cómo entrometerme en vidas ajenas
y
cómo afrontarlo con este salario
que
apenas da para mi supervivencia?
Los
enfermos tienen médico y hospital,
los
presos cárceles con televisor
y
los muertos… Los muertos,
¿para
qué? ¡Ya no tienen remedio!
En
otro tiempo, el ignorante se dejaba aconsejar
y
el iletrado enseñar, pero ¿quién se atreve
hoy
a sacar de su error al que yerra,
cuando
el triste se ofende con una sonrisa
que
recibe como ofensa y no como consuelo?
¿Perdonar?
¿Cómo puedo perdonar?
¿Cómo
voy a perdonar a quienes me ofenden,
a
quienes me molestan incesantemente
y
me hieren en mis profundos sentimientos
sin
la más mínima señal de compasión?
Si
en verdad, Padre, tienes entrañas de misericordia,
no
dejes de pensar en mí, no dejes de protegerme;
piensa
antes y después en mí;
no
olvides que eres misericordia infinita.
La peor enfermedad de nuestro tiempo es mirar para otro lado. Ojos que no ven...
ResponderEliminarSaludos, Paco.
Muy cierto, Cayetano, y ahí andamos cegados muchos sin interés alguno en los padecimientos ajenos.
EliminarUn abrazo.
Tus últimos versos dan el punto, el signo del egoísmo y la insolidaridad que campea por el mundo. Y nosotros sin poder hacer nada.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Emilio, por tu comentario.
EliminarUn abrazo.
La primera estrofa es aterradora con esa comparación que utilizas.
ResponderEliminarTe deberían leer lo que permiten esto desde primera fila, porque permitirlo lo permitimos todos.
Qué tú lo leas y estés de acuerdo ya me resulta gratificante, Tracy.
EliminarBesos.
Besos.
ResponderEliminarQué sean azzules, Amapola, que sean azzules.
EliminarCómo ya sabrás por mi blog, pasé mi cumpleaños en un hotel de isla Cristina y no sabes la mala impresión que me dió cuando me senté en un mesa y pude observar en la mesa de al lado cómo habían dejado panecillos recién tostados completamente enteros para tirar a la basura...en la mesa ya no había nadie y solamente quedaban los restos del desayuno, no comprendo cómo se pueden tirar los alimentos cuando hay personas pasando necesidad.
ResponderEliminarBesos
No sé si sabes que mi vida laboral transcurrió en hoteles desde la niñez a la jubilación. Si bien siempre hubieron alimentos mal aprovechados, los bufés son un desastre de aprovechamiento desde el desayuno a la cena. Existe una total inconsciencia entre quienes derrochan, como si ignoraran lo que vemos a diario en los medios de comunicación. Gracias por tu comentario.
EliminarBesos.
Magnifica oración al Creador, le pides msericordia para tí, las primeras estrofas de tu poesía son muy duras pero reales, así es como está el mundo, hay mucha hambre y enfermedades que en algunos paises no tienen para curarlas.
ResponderEliminarUna entrada dura pero real como la vida misma.
Es cierto lo que dices en tu comentario a mi entrada, la amistad es dar amor sin esperar nada a cambio, pero en realidad hay pocos amigos verdaderos y leales.
Besos, feliz día.
Muchas gracias por tu comentario, Demófila.
EliminarBesos.
Increíble texto. Anoche no podía dormir pensando en los refugiados sirios, en el hambre, en el miedo, en el frío, en el barro... No valoramos lo que tenemos aunque tengamos poco. Cuánto dolor.
ResponderEliminarTe agradezco tu conmoción. Ser personas implica sentir por el otro, en lo bueno y en lo malo.
EliminarUn abrazo.
Es que el ser humano, ya no siente ni en primera persona, cómo podría saber lo que sienten sus hermanos, a los que por cierto, desconoce y descarta cuando llega a topárselos, sin desearlo. Es una pena muy grande.
EliminarUn abrazo sentido
Es cierto, Sara, por eso es conveniente que se levanten voces alarmando de los desastres que padecen otros.
EliminarUn fuerte abrazo.