08 abril 2010

VOCACIÓN DE VERDAD

Quien dice que nunca miente, es un mentiroso empedernido que ha perdido la noción de la verdad. No es mentira aquello que se dice pensado que se corresponde con la verdad, sino cuando se dice falsedad con intención de engañar, cuando se manifiesta lo contrario a lo que se sabe, se cree o se piensa. La mentira se encuentra rayana contra la moral, aunque suele ser permisible cuando se miente para proteger a otras personas de un opresor inmoral; en otras palabras, cuando se trata de mentiras piadosas. En caso contrario, cuando la mentira se pronuncia con la innoble intención de poner en riesgo a terceras personas, la gravedad de la misma se multiplica.

Mentimos sobre por qué hemos llegado tarde al trabajo o a una cita, mentimos en el amor con simulaciones, mentimos en las relaciones de amistad y en todo lo que se relacione con un compromiso preestablecido, mentimos con la imagen que de nosotros mismos queremos proyectar... mentimos cuando contamos dos medias verdades, pensando que la suma lleva a la verdad. El mentiroso compulsivo lo hace tratando de gobernarnos mejor, de obtener o mantener un poder sobre nosotros.

Mención aparte merecen las mentiras que cuentan cómicos, comediantes, escritores, creadores de ilusión que hacen del mundo de la ficción su medio de vida, para recreo y gozo de sus espectadores y lectores, todos ellos sabedores de sus mundos fantaseados. En ellos no hay engaño, sólo ficción que cuenta de antemano con el beneplácito del receptor y cómplice.

El mentiroso necesita tener buena memoria, porque conociendo la verdad a la que traiciona, versiona y transforma, tiene que hacer uso de ella para que su lengua no cometa el desliz de pronunciar aquello con lo que quiere engañar. No hay mentira sin engaño; quien no dice la verdad porque no la conoce sólo comete un error. Es la artimaña, el afán de subvertir el orden de las cosas quien produce la mentira. Éstas pueden ser muy variadas, dependiendo del objetivo que se quiera alcanzar. Para algunos son tres los tipos de mentiras que existen: las piadosas, las grandes mentiras y las estadísticas. Yo añadiría la mentira con vocación de verdad, aquella que por repetitiva e insistente trata de convertirse en verdad a base de ser pronunciada, como el alud que se conforma según va rodando y rodando hasta hundirnos en el desconcierto.

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