Hoy es noticia, según publica Nature, y se hacen eco los medios de comunicación, que el brain training sirve para lo que sirve: para entretener, pero no para aumentar el coeficiente intelectual, para eso no es la herramienta adecuada.
No es infrecuente que a los productos comerciales se les asignen propiedades que no les corresponde o que estas sean exageradas, como reforzamiento de la campaña de ventas, lo que no deja de ser una modalidad de engaño suave. Eso no quiere decir que la maquinita no sea válida, como válido era y sigue siendo ejercitarse haciendo crucigramas, acrósticos, sopas de letras, sudoku, y también el parchís, el juego de la oca o el dominó. Por cierto, este último es un buen ejercicio para la memoria, aromada con habilidades deductivas, para imaginar qué fichas tiene el contrincante en sus manos.
No pierdo la esperanza de que antes o después también descorran el decorado con el que la industria láctea ha puesto en escena los bífidus activos: una bacteria que ha estado siempre en los fermentados de la leche como el yogur o el queso, pero que nos la ofrecen como salidas de la alquimia tecnológica de los últimos tiempos. No niego el importante papel que los bífidus juegan en el tránsito intestinal, pero no deja de ser una leche muy cara.
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