20 abril 2010

¡CUÁNTO NOS QUEDA POR DESCUBRIR!

Desde aquellas toscas lecciones de geografía, en la lejana infancia, donde se nos hablaba de ese mundo instalado sobre nuestras cabezas, constituido por el sol, la luna y las estrellas que veíamos, más la existencia de siete planetas, –reducidos ahora a seis- que se tienen que divisar con otros mecanismos ópticos, aprendíamos las nociones de infinitud. No entendíamos y aún no comprendemos la idea de la inexistencia del espacio y el tiempo, algo que posiblemente nos lograría acercar a una aproximación de lo infinito.

Recientemente hemos podido ver los profanos, por medio de Internet, imágenes en vídeo y power ponit que viajan desde lo ínfimo hasta lo ilimitado, desde una aproximación al centro mismo de las células con aproximaciones de 10 elevado a -10 hasta las muy remotas con aumentos de 10 elevado a 23. Para mi asombro, hay una similitud extraordinaria entre las formas de lo que no podemos ver por diminuto, como de aquello que tampoco podemos alcanzar a conocer por lejanísimo. En ese viaje uno termina diciendo, ¿y yo en medio de todo este mundo vasto e inabarcable?

Somos apenas nada en medio de la creación y nos resulta imposible el conocimiento universal, a pesar de lo cual nos creemos el centro mismo y el motor de todo lo creado. La ciencia ha logrado que cada día conozcamos un poco más de los misterios que nos rodean, así como del propio misterio de la vida, pero cuando el hombre cree dominar a la naturaleza, ésta va y se fuma un puro en el volcán subterráneo del glaciar Eyjafjallajökull y todo se paraliza como consecuencia de la nube de cenizas, posiblemente tóxica.

Ante la magnitud de lo poco que hoy conocemos, no tenemos más remedio que preguntarnos, con el salmista: ¿Qué es hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder?

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