06 abril 2010

AFÁN DE NOTORIEDAD

El rey del pop art, Andy Warhol, dijo: “a lo largo de la vida, por muy miserable que ésta sea, todo el mundo tiene derecho a sus 15 minutos de gloria.” Y esa afirmación se ha convertido en la aspiración obsesiva de cada día un mayor número de personas, en pos de un desmedido afán de notoriedad. La notoriedad, cuando surge como luz del desarrollo intelectual, científico, deportivo, laboral o artístico, viene a ser una proyección que irradia inevitablemente desde el interior del ser y se expande a su entorno con luz propia; mientras que cuando se trata de un forzado empeño en alcanzar la fama inmerecida, es el simple reflejo de una esquizofrenia, lamentablemente puesta en boga.

La apetencia de convertirse en noticia, de copar los titulares de los medios, especialmente de la televisión, no es ninguna novedad, si bien recientemente alcanza tintes epidémicos. Ya en la remota antigüedad griega, hubo un pastor llamado Eróstrato que quemó el templo de la diosa Artemisa en Éfeso, considerado una de las siete maravillas del mundo antiguo, no porque tuviera nada en contra del templo, ni de la diosa, sino que su objetivo era que tenía la certeza de que el autor de un destrozo tan grande escribiría su nombre con letras doradas en la historia. Y es que el afán de notoriedad produce sombras en la mente que la desequilibran.

En psicología el reconocimiento social representa la percepción de estima que el sujeto experimenta de los demás hacia uno mismo, pero cuando eso se consigue a base de una búsqueda obsesiva, con el deseo de obtener prestigio social, dinero o vivir una emoción fuerte, sin importar el precio que se deba pagar, la cosa adquiere tintes dramáticos. Meursault, protagonista de El extranjero, de Albert Camus, decía: "aun en el banquillo de los acusados es siempre interesante oír hablar de uno mismo." Y, a pesar de considerarse inocente, no se revelará contra su ajusticiamiento ni mostrará sentimiento alguno de injusticia, arrepentimiento o lástima. ¿Hasta dónde puede alcanzar el morboso placer de alcanzar notoriedad?

Habría que estar en la piel de las muchas criaturas que van a los programas vomitivos de la televisión a escupir sus impudicias, sin el menor recato, para saber qué se siente. Se necesitaría psicoanalizar a los muchos jóvenes que cuelgan en You Tube las grabaciones de sus propias fechorías para saber de qué hablamos. Lo cierto es que, si bien el afán de notoriedad es una constante a lo largo de la historia del hombre, ahora alcanza cotas verdaderamente preocupantes.

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