27 abril 2010
55 ANIVERSARIO INSTITUTO SIERRA BLANCA
El pasado viernes, 23 de abril, -día del libro- he asistido a la celebración del 55 Aniversario del Instituto Sierra Blanca de Marbella; una fiesta que como toda conmemoración que se precie ha tenido mucho de celebrativo, pero por encima de todo de entrañable: en sus aulas aprendí algo de lo mucho que me impartieron entre los 10 y los 15 años, a cuyo profesorado guardo sincero agradecimiento, respeto y cariño inolvidable.
Esta institución de enseñanza tuvo un valor extraordinario para toda la comarca. Con anterioridad a 1955, sólo algunos privilegiados de la zona podían acceder a los estudios de bachillerato, aquellos cuyos familiares nadaban en la abundancia y podían enviarlos a algún internado; no así el común de los mortales, cuyo fin era convertirse en mano de obra a muy temprana edad, muchos de los cuales abandonaban la escuela antes de haber recibido una instrucción medianamente aceptable . Me contó mi padre que asistió un buen día al Cinema Moderno, en nuestro Ojén natal, donde algunos profesores venidos de Marbella dieron una charla con la que trataban de motivar a los padres para que mandaran a sus hijos al nuevo instituto. Eso y el empeño de mi maestro, don José Alcalá hicieron el resto.
El acto final de una semana de actividades ha sido una cena en el Palacio de Congresos de Marbella, a la que acudimos algo más de 1000 personas. La cena, elaborada y servida por los alumnos de la Escuela de Hostelería de Marbella fue excelente. En un salón anterior al acceso al comedor, una exposición de fotos en blanco y negro donde fui reconociendo a profesores y alumnos: ¡Mira, Bermúdez! ¡La Señorita Conchita! ¡Estas fotos corresponden a la representación del Gran Teatro del Mundo en el salón de actos de las Salesianas! ¡Don Alfonso, don Miguel, el cura, y la Señorita Pepita! También estaba yo allí, desdibujado de tiempo, pero reconocible.
Lo mejor de todo cuando descubrí la compañía que me encontré al ir a ocupar la mesa que habían asignado: cinco compañeros de curso. ¡Fantástico! ¡Bravo por ti, Enrique Vázquez! Sin duda no habrá sido fácil la tarea organizativa, pero merece el diploma de reconocimiento de todos los asistentes. En la pantalla se iban desgranando las fotos de aquel primer profesorado y aquellos primeros alumnos; tras cada transición, el comentario o la anécdota revivida del personaje; lo luctuoso, el número tan grande de compañeros que ya no están para siempre. Tras la extraordinaria cena, una orquesta animando el baile y dos barras dispuestas para los aún sedientos: yo me ausenté henchido de recuerdos y cargado con los abrazos largamente demorados.
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