14 abril 2010

DE LA ESPERANZA A LA SERENIDAD

Los primeros relumbres del alba; aún un claroscuro que lucha por ser luz, pero que ya presiento como un nuevo regalo, sin importar que los pronósticos meteorológicos anuncien nubes y posibles lluvias. Pasaba la media noche cuando todavía estaba entregado a la lectura de El Factor Humano, y agradablemente sorprendido por la sabia postura adoptada por Nelson Mandela quien, siendo preso por más de veinte años, consideraba entre rejas que la clave para acabar con el apartheid, en un país dividido por cincuenta años de odio racial, era conquistar a sus enemigos: No quería humillarles. No quería pagarles con la misma moneda, Sólo quería que le tratasen con respeto.

Hay que albergar una fuerte esperanza para que ésta nos lleve a la serenidad, y sin serenidad no se puede, -y menos desde el confinamiento-, vislumbrar el horizonte de los días futuros. Él estaba cargado de esperanza, sabía en su ánimo que era posible aquello que anhelaba, y sin turbación física o moral, sino sosegado y sereno, afrontó los acontecimientos, conociendo de antemano en su corazón y con toda certeza lo que terminaría ocurriendo.

La esperanza es la energía que nos conduce a la serenidad, y la serenidad nos permite que cada nuevo amanecer venga cargado de certezas.

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