En la mesita de noche,
la radio con la que sobresaltarme
o musicalizar los entresueño,
las gafas, un lápiz y papel
donde fijar las urgencias
y ocurrencias volátiles,
en lugar de usar las inquietudes
y los desvelos de la agitación
y ponerle una zancadilla al sueño.
Me sobra noche para dormir
y me falta reposo rehabilitador,
en la densa nebulosa de la madrugada.
La luz del amanecer es el lienzo
sobre el que bosquejo el nuevo día,
y, “aunque el hombre propone
y Dios dispone”,
con frecuencia doy en la diana.
Los días, todos singulares,
-ninguno idéntico-
una partitura en blanco
sobre la que dibujar tonos y semitonos,
los proyectos y cadencias
con los que afrontar el nuevo día.
El nuevo día:
una caligrafía por escribir
con inequívocos rasgos del pasado
y algún posible guiño o sobresalto.

Asumo todo. Hoy, a las cinco de la madrugada ya no podía dormir más. Esta noche he tenido suerte: seis horas.
ResponderEliminarYo le doy más uso a la cama para descansar que para dormir. Con seis horas voy bien servido, pero es descanso de seis horas me resulta insuficiente.
EliminarUn abrazo.
Cada día es singular como bien dices, todo está en que sepamos descubrir el regalo y el milagro que nos trae, amigo poeta.
ResponderEliminarMi abrazo siempre.
Y cada uno de ellos trae su afán y sus inquietudes, María Jesús.
EliminarUn delicado abrazo.