Aunque estés absolutamente roto,
aunque se endurezca tu oído
y solo pongas tu atención en las cosas banales,
aunque tus piernas no te respondan
y te cueste la misma vida caminar al encuentro,
aunque la voz no te salga del cuerpo
y no puedas ampararte pidiendo auxilio,
aunque tus ojos se acomoden a estar cerrados
y a no percibir lo bello que hay a tu alrededor,
nada de todo esto te robará tu dignidad de persona,
salvo desentenderte de todos y abrazar al desamor.

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