¿A qué esperamos ociosos
con la mirada dirigida al vacío
ante el banquete de lo superfluo
como viviendo en una bacanal?
Por qué no se manifiesta el pueblo
poniendo el grito en el cielo
y cantando las verdades del barquero?
¿Acaso la sangre de su vecino
le asegura su inmunidad?
¿Por qué campan los bárbaros
con la guadaña de la vida al hombro
mientras el resto miramos de reojo
o volvemos la cara para no comprometernos
y sigue impávido el genocidio
sin que movamos un dedo?
Si algún día, al otro lado de la luz del sol
nos pidieran cuentas y nos preguntaran
¿Qué ha sido de tu otro yo?
¿Qué responderías?
“¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?”
Las armas, hasta en silencio,
son un peligro sin límites,
y los comandantes en jefe
unos ansiosos de metrallas
que ven gloria en la destrucción,
también de niños y ancianos.
Cuerpos maltratados y débiles
que nunca envejecieron
sepultados en la hambruna
premeditada y exterminadora
con la alternancia de la metralla
y la justificación injustificable,
callada, silente, muda,
de todos los pasivos observadores
cruzados de brazos.
Lo que está ocurriendo con los palestinos, es una auténtica vergüenza mundial, y no se si alguna vez eso tendrá consecuancias sobre los que miran a otro lado.
ResponderEliminarSaludos
Me pregunto, Emilio, ¿cómo es posible que hagan esto los nietos del holocausto? ¿Y la postura de Alemania apoyándoles y mirando para otro lado?
EliminarUn abrazo.