A pesar de la distancia
preceptiva,
seguimos vinculados de por
vida:
en la mueca que hace el vaho
del espejo,
en el sabor del último beso,
en el aroma inconfundible de
tu cercanía,
en tus manos juguetonas y
atrevidas,
en el mohín de tu boca
contrariada,
en el incendio que tu
sonrisa provoca,
en el deshielo de tus
lágrimas,
en la impaciencia que me
urge a todas horas,
en el duermevela de tu
sombra constante,
en el dulzor con el que me
nombras,
en el ardor de mis brazos al
rodearte,
en el caminar decidido con
el que te acercas,
en el festival que nos
aguarda cualquier día,
en el arranque cuando te
abro los brazos…
En esta espera interminable,
sueño constantemente
con volver a abrazarte, querido
nieto.
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