A media distancia, un
brochazo
de color malva subraya en
una franja de mar
el posible paso de un
desfile
de organizados delfines,
ejercitándose en extraña
marcialidad.
Un poco más próximo, una
ráfaga
verdosa, como de clorofila,
como la esperanza a la que
me aferro
desde esta duna solitaria en
la que oteo.
Más cerca, una tonalidad
celeste
recuerda el brillo inocente
de tu mirada
y rompiendo en la orilla
blondas de nácar
que se entremezclan con la
arena
y nos sirven un batido
anaranjado
como tus pies desnudos.
La mar es todo eso
y también todos los
sobresaltos que callo,
las emociones de nuestros
cuerpos
y los sórdidos momentos
de mi abandono con la mirada
al pairo.
De vez en cuando viene bien darse uno un brochazo de mar o de felicidad o de recuerdos por aquello de sentirnos vivos.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Esos brochazos se convierten en imprescindibles, Cayetano. Para mí es la forma de allanar el camino, de elevarme a las cotas que en ese instante me serían complicadas.
EliminarUn abrazo.
Si, también trae dolor, nuestras costas lo saben muy bien.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sin duda que sí, Emilio, trae disfrute, pero trae también un drama intenso que muchos no quieren ver.
EliminarUn abrazo.
"¿Qué haré con el confuso y turbio río que no encuentra su mar?."
ResponderEliminarLa mar de abrazos
No tengo la respuesta, Merche, y lamento decepcionarte. Este poema ha querido ser un encuentro con ese mar memorizado que ahora está distante y al que recurro una y otra vez. De alguna forma, uno vuelve una y otra vez a la infancia y hasta ahora siempre encuentro una salida por la que llegar y recrearme.
EliminarLa mar de abrazos.
Que bonitos sentidos le das a cada color.Saludos
ResponderEliminarMuchas gracias, Charo, por tus estímulos. La verdad es que he quedado satisfecho con los brochazos.
EliminarUn abrazo.
Los colores toman vida con tus bellas y nostálgicas descripciones.
ResponderEliminarPerdona que no te respondiera, Juan, la ola de frío me sacó de órbita y no atendí como debería.
EliminarUn abrazo.