26 agosto 2019

LA VIDA EN LA TIERRA




Era el reinado de Cronos
cuando los hombres vinieron a ser frágiles,
mortales, insignificantes,
al servicio de los servidores celestes.

Todavía no existía el trabajo esforzado
ni por ende la esclavitud,
ni la miseria;
ni siquiera la terrible vejez
había sido aún mácula sobre la piel del hombre.

Todo era pureza y lozanía,
fertilidad espontánea de producción ilimitada;
los humanos eran tratados y favorecidos
como semidioses inmortales,
miembros de un clan divino
de existencia sin fin.

Mas un cataclismo urdido por la maldad
vino a sepultar para siempre a esta estirpe
y, de aquella simiente maldita,
inoculada por el odio y la avaricia,
se comenzó a poblar la tierra
del homo sapiens que ha llegado a nosotros.

El odio, la envidia y las malas artes
contaminaron el corazón de dichos seres,
decididos a acabar los unos con los otros;
inventaron la guerra, envenenaron los manantiales
y crearon los silos de la exclusividad,
los mojones y linderos de la propiedad privada
y las fronteras.

Más tarde, retorcieron lo torcido:
deforestaron los bosques,
crearon el fuego para aventar cenizas
contra el otro,
y los herbicidas para un menor esfuerzo;
le sumaron los plásticos, los desechables,
el mercado…

Y la vida en la tierra se vio abocada
a su fin, y en ese exterminio
nos desenvolvemos con penuria al día de hoy.

6 comentarios:

  1. Asistimos al desenlace de una mala historia.
    Un abrazo, Paco.

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    1. Quizás no sea para tanto; ya sabes, los viejos vemos las cosas más dramáticas que los jóvenes.
      Un abrazo.

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  2. Lo que dices lo confirma con lo ocurrido en este fin de semana en ese club de ricos llamado G7.

    Un abrazo-

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    1. Los del G7 se llevan la palma en todo, Emilio. No son capaces ni de redactar un documento común.
      Un abrazo.

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  3. Desde que Adán y Eva mordieran la manzana del mal, el mundo ha rodado siempre a trancas y barrancas. Pero hoy día, con la ciencia avanzando lo mismo para bien que para mal, éste, siempre exhibiéndose a primera fila, parece ganar la partida. Y, aunque bajo el disfraz de cordero con que se viste para disimular, pocos ven, o vemos, asomar las negras pezuñas. Y así nos va. La TORRE DE BABEL ya no es una, son muchas. Se retuercen los idiomas. Se cambian el significado de las palabras y lo que antes era bueno ha pasado a ser lo contrario. Los diablos siguen entromediéndose en los conventos, en las iglesias. ¡ HASTA QUE A QUIEN TODO LO PUEDE SE LE HINCHEN LAS NARICES! ... no creo que tarde...

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    1. Con tu comentario, Angalu, debería compartir la autoría contigo.
      Un abrazo.

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