La mar había sido un paisaje
desde la azotea antes de mis diez años; un lienzo azul con irisaciones, bajo el
a veces inmaculado cielo, separados por una imaginaria línea horizontal como
hasta entonces no había sido capaz de trazar. Desde la casa paterna, a veces se
apreciaba la silueta de un mercante que se me antojaba parsimonioso, como
recreándose en su propia estela; más raramente un velero como aquellos de las
aventuras de “El Cachorro” que solía devorar. El día del examen de ingreso
descubrí algo más mágico que el notable de la prueba: los pies descalzos, las
sandalias en las manos y las olas en el rebalaje que escarbaban mis pies como
invitándome a disfrutar el baño. Un leve mareo. Una fuerte atracción de la que
nunca más me volvería a desprender. El Instituto proyectaba su sombra de tres
plantas sobre la arena y la desierta playa del curso escolar era con frecuencia
el recreo de los sentidos y el lugar de los juegos. A escasos metros, el Muelle
de Piedra, dársena abierta sobre la que aventurar algún remojón por caída y la
captura de algún cangrejo y su escapatoria lateral. La mar incólume, grandiosa,
en constante movimiento aun en los días de calma, órgano gigantesco de
afinación salina y música sugerente de otras latitudes. Al fondo a la derecha,
la enhiesta silueta del Peñón de Gibraltar, frontera incomprensible y fuente
del estraperlo con el que tantos solventaron sus vidas bordeando la legalidad
por el pan de cada día. En los días de luz absoluta, la cordillera del Atlas
como telón de fondo delineando frontera. Y aquí, en el rebalaje, un número
indeterminado de sardinales, varadas bajo el sol, esperando el atardecer para
desplegar su vela latina en busca del número de brazas necesarias donde fondear
las redes y sacarle las escamas de plata al seno marino, manjar de moragas y
materia prima del saladero. La mar había sido un paisaje desde la azotea, ahora
era fuente de vida y de riqueza modesta y duramente trabajada.
La mar había sido un paisaje la mar de entretenido. Una pantalla gigante de cine.
ResponderEliminarUn abrazo, Miquel.
Desde la casa de mis padres, en Ojén, la mar está a unos 4 Km en línea recta. Está rodeado de montañas por todos lados salvo al sur que da a la mar, una pantalla gigante que no se olvida, Cayetano.
EliminarUn abrazo.
Esos paisajes quedan granados para siempre: la casa paterna, el colegio, el camino... la mar.
ResponderEliminarPor el solar trasero de la casa de mis padres se podía llegar hasta orilla del río, el río sigue pasando, pero el solar ahora está construido.
Un abrazo.
Tienes razón, Rafael, la infancia es una constante en nuestras vida para siempre.
EliminarUn abrazo.
Seguramente , cuando marchastes de allí, al asomarte al balcón o terraza,echarias de menos esas vistas del mar. No sabes como disfruto cuando en verano voy a la playa ver a ese mar con tan sólo salir a sentarme en la terraza del apartamento.
ResponderEliminarBesos
Cierto, el mar siempre se echa de menos como panorámica y música.
EliminarBesos.
Recuerdos que están ahí y que de vez en cuando hay que sacarlos a la luz, hay que recordar que también fuimos niños.
ResponderEliminarUn abrazo.
A veces surten sin que uno lo haya buscado, como de manera espontánea.
EliminarUn abrazo.
Descubrí algo más mágico que un sobresaliente paisaje. Algo summa cum laude. Una fuerte con(e)moción de la que nunca más me volvería a desprender.
ResponderEliminarUn abrazo apaisajado
¡Qué grande tu suerte, Merche! Sin dudas un gran hallazgo.
Eliminar¡Venga ese abrazo de ahí!
Hablas del mar como paisaje, fuente de
ResponderEliminarvida, música sugerente y de la fuerte atracción que te causó.
El mar, es un gran seductor. Mi primer encuentro con el mar me quedo subyugada para los restos de mis días.
Abrazo salado. Lirio del valle.
Tus comentarios son como un valle cuajado de lirios que me seducen; por ellos te quedo muy agradecido.
EliminarUn fuerte abrazo.
Qué suerte la mía, de poder saturar mis sentidos de tal perspectiva versada exterior e interior, del recuerdo de un poeta.
ResponderEliminarUn abrazo.
La suerte es mía por tenerte tan cerca desde tan lejos.
EliminarUn fuerte abrazo