En Viena, donde nunca
estuve,
me esperaban unas cien
doncellas
con las que habría de danzar
y festejar la vida como
coyunda escindida
entre el aquí que me urge y
el más allá.
Sonaba un vals, al que no
supe identificar,
pero lo hicimos volutas
interminables;
el salón de baile, con sus
arañas de cristal,
era un observatorio sobre
tarima amachimbrada
donde todos eran vigilados y
escudriñados.
Te quiero, me decían sus
labios silenciosos
rodeando mi cuello hasta el
oído más próximo.
Acababa de traspasar el
umbral
hacia lo desconocido cuando
tuve conciencia
de haberla sujetado con
firmeza por la cintura,
como maroma que maniata al
averno.
De repente, jadeaba por el
ejercicio
y su busto era un fuelle de
fragua
que enrojecía el fuste
que siempre había imaginado
indómito.
Salimos al jardín, donde los
jacintos
rivalizaban con su hermosura
hasta languidecer.
Hacía frío.En Viena hace
frío en noviembre
como resbalan los besos por
los hombros
de un palabra de honor
que nunca hubiera dado el
plácet.
Ella era de humo cuando yo
era fuego;
ella tangible para mi pulso acelerado…
Y llegó la mañana con luz
tenue,
mientras en la radio seguía
sonando
música de no sé de cuál de
los Strauss,
como la noche anterior.
Hola..un placer leerte..
ResponderEliminarMuchas gracias, Poetiza, el placer es también mío de este encuentro.
EliminarSaludos.
La amada evanescente. Apenas un delgado hilillo de luz de la mañana basta para que la ensoñación se disuelva en el aire.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Si te perdieras, Cayetano, que no te pierdas nunca mis publicaciones. Mil gracias.
EliminarUn abrazo.
"Ay, Ay, Ay, Ay
ResponderEliminarToma este vals, toma este vals.
Con su 'yo nunca te olvidaré', ya sabes.
Este vals, este vals..
Y bailaré contigo en Viena.
Llevaré un disfraz de río..
Y me rendiré ante la inundación de tu belleza.."
Un 🎼 abrazo
...y yo seré junco dócil que me flexionaré a tu paso sin pertirme y te seguiré con la mira cuando te alejes subrayando ambas orillas, Merche.
EliminarUn abrazo.
Te esperaban en sueños 100 doncellas, ¡¡suertudo!!, en los míos, ni una, me tengo que conformar solo con la música, que no es poco.
ResponderEliminarUn abrazo.
Los soñadores exageran más que los poetas, Emilio. La suerte suele ser con frecuencia esquiva.
EliminarUn abrazo.
El poder evocador de la música es de una potencia tal que logra hacernos sentir lo que quizá nunca será vivido por nosotros.
ResponderEliminarPero, ¿no decía el maestro que toda la vida es sueño? A ver si resulta que esa es la auténtica realidad...
Lo dijo el maestro, Don Pedro, y realmente los sueños sólo se cumplen en los prpios sueños. Pero fantasear es un lindo ejercicio. Te invito a soñar, Ana María.
EliminarUn abrazo.
Un lugar precioso donde sólo he viajado por medio de la imaginación. Esos salones y esos valses de Strauss y estar en esa ciudad es como vivir en un sueño.
ResponderEliminarBesos
Sólo en la imaginación los viajes son perfectos y a un precio asequible. Deberíamos recurrir con más frecuencia a la imaginación.
EliminarBesos.
La música nos inspira siempre y nos eleva, Francisco...Bella forma de hacerlo en tus versos al son de un vals de Viena, que a todos nos ha proporcionado momentos placenteros al leerte con esa pizca de humor, que hace el poema más genuino.
ResponderEliminarMi abrazo y feliz semana, amigo.
En mi memoria, María Jesús, aquel inocente salón de baile que tuvo mi abuela en el que me enamoré de la música y del baile.
EliminarUn fuerte abrazo.
Lo bueno de los sueños, que podemos estar donde y con quienes ni hemos planeado estar. Y en tu caso, hasta soñando es con versos, sin importar cuál de los Strauss, que eso es secundario.
ResponderEliminarBesos de anís.
Un día me subiré sobre las alas de uno de mis poemas y volaré al D.F. y te daré una sorpresa, querida Sara.
EliminarBesos de anís.