El hombre vino dotado de la capacidad de hablar y, con el tiempo, hizo de la facultad comunicativa todo un arte llamado retórica; arte cuya finalidad es la de deleitar, persuadir y conmover. Así que lo primero que debemos analizar cuando nos enfrentamos a una comunicación es que puede estar tejida con esos tres mimbres, aunque en distintas proporciones, por lo que no debemos dejar de tener en cuenta quién es el emisor y qué pretende alcanzar de quien le oye o lee. Si se trata de un político, no podemos olvidar de que su meta está puesta en persuadir, aunque teñida con aromas de deleite y sobre todo con intención de conmover, convencer y movilizar; de esto saben muchos los publicistas y directores de imagen.
Los eufemismos son tan antiguos como la misma capacidad de hablar, y todo el que quiere comunicar hace antes un severo ejercicio de selección para envolver -si viene al caso- en papel de regalo, aquello que quiere presentar como una joya, aunque sólo se trate de una baratija. Así, en términos de política internacional se entiende por Misión de Paz la amparada por las Naciones Unidas en la que se establecen medidas preventivas para la salvaguarda de la paz en un país o territorio, o coercitivas para imponerla. Pero resulta que a estas alturas de la vida tiene uno ya el colmillo muy retorcido para digerir grandilocuentes definiciones, declaraciones de intencionalidad y gestos altruistas que se pagan con vidas ajenas.
Por mi condición de creyente no puedo sino que conmoverme ante los gestos de un buen samaritano. Hoy, más que nunca, millares de personas de todo el mundo hacen entrega de sí mismos en ayuda de los más desfavorecidos del planeta con generosidad inusitada. Creo en la bondad del amor, en la utopía inalcanzada de al otro como a mí mismo, pero dudo, y mucho, que con armas en las manos se puedan restañar los corazones. El recién desaparecido Vicente Ferrer -desaparecido para desgracia de los más pobres de entre los pobres- no necesitó de armamentos para llevar la paz a los que sufren, para impartir su justicia y dejarles en heredad una Fundación que sigue trabajando por ellos de forma ejemplar. ¿Es eso mismo lo que pretenden hacer los países que bajo el paraguas de la ONU mandan sus ejércitos en Misión de Paz?
Jorge Luís Borges dice a una amada en uno de sus versos: “En ti está la delicia / como está la crueldad en las espadas”. Pero, con algo de osadía por mi parte, no puedo sino que discutirle al maestro que la belicosidad esté en las espadas, y digo: La crueldad no está en la espada, / no está en el arco ni en las flechas, / no está en el arma, / sino en el alma / que a disparar azuza.
Me faltan datos para acusar, pero me sobra desconfianza para creer que los estados intervienen en otros por caridad y no por motivos inconfesables, por intereses ocultos que más tarde se convierten en saqueos de sus materias primas o en deudas eternas de los países intervenidos. Si mi memoria me es fiel, nunca actúan las Naciones Unidas en aquellos países carentes de recursos, y baste como ejemplo el caso de Ruanda, de triste memoria. Por todo ello, ante la generosidad de los estados de sacrificar medios y hombres por causa de terceros, se me enciende la luz de la reserva y dudo si conmoverme ante el gesto desinteresado o sospechar que estoy siendo persuadido y engañado.
Encantado con tu artículo, de acuerdo con lo que dices y cómo lo escribes... y con lo que dejas entrever.
ResponderEliminarTe propongo otro tema. Lo podrías llamar "PAN, FÚTBOL Y CULTURA".
Podrías tratar el asunto del por qué los que presumen de cultura, lectura, etc.. dicen que a ellos el fútbol no les gusta. Cuando menos parece un poco hipócrita el asunto, no crees ?.
Evidentemente no tiene por qué gustar el fútbol a todo el mundo, pero sí es justo que no sea enarbolado como una anti-cultura. Por ello la frase "Pan y Fútbol" induce a menospreciar a este bello deporte-espectáculo. Aunque esta frase ya es de otro tiempo aún tiene aplicación pues nos han puesto el fútbol de lunes a domingo, para que no haya tiempo para pensar.
El tema que te propongo es que defiendas con tu buen estilo habitual que ambos asuntos, fútbol y libros, no son incompatibles. Aunque pueda pensarse que es una “verdad de Perogrullo”, no me parece superfluo insistir en ello, tanto más como que seguramente hay muchos más lectores que futboleros. O bien, que te pronuncies, con argumentos, por lo contrario de lo anterior, si así es tu parecer.
Gracias por tu tiempo y tu atención.