Ante la adversidad que a veces toma el curso de la vida, el común de los hombres, enrabietados contra el infortunio, elevan los ojos al cielo y gritan una y otra vez: ¿por qué? Endurecido su corazón, lleno de desesperanza sin respuesta, el abatimiento ciega sus ojos y sus labios no dejan de seguir formulando la insistente pregunta.
En cambio, cuando eso mismo le sucede al que está curtido con la sabiduría del humilde, eleva igualmente los ojos al cielo y tratando de averiguar los signos recibidos se pregunta: ¿para qué? Entonces se descorre en su corazón el velo de los códigos y ve cómo florece en él la respuesta a sus interrogantes con la que virar el rumbo de su vida.
En adelante no te interrogues ¿por qué?; si de verdad quieres saber lo que ciertamente es útil a tu vida, pregúntate, ¿para qué?
Qué importante encontrar lo que viene detrás de una experiencia mala... hasta se supera con mayor facilidad, así sea lo más doloroso o complicado.
ResponderEliminarOtro abrazo.
Gracias infinitas por tu presencia desde lo más remoto.
EliminarBesos.