La difamación y la mentira
como resortes, como llave maestra
que da acceso a escalar a la médula
de esta sociedad dividida, enfrentada
y podrida en los más altos pedestales.
Prensa que no cuenta, que versiona,
que pone el timón a la voz de su amo;
jueces que no juzgan, que sospechan
y condenan conducidos y sin pruebas;
bicoca sospechosa y colateral de amiguetes,
médicos esclavizados y listas de espera
que acabarán haciendo cola ante el paraíso.
Negocio de lo público para un grupúsculo
de avispados y disimulados colegas,
viviendas con acceso por las nubes
y germinación profusa de paraninfos privados;
un gobierno sin apoyos parlamentarios
y un partido que “no gobierna porque no quiere”.
Como constantes, los malos tratos,
la infame vejación de la mujer por serlo,
la mano oculta medrando en la caja común,
la discriminación social, según estatus,
la ambición insaciable de comer de lo ajeno,
y la patria reducida a un símbolo de tela
o a escala singular de pulsera coloreada.
¡Vivir para ver!

Buen resumen de nuestras carencias, miserias y podredumbres con las que compartimos nuestro tiempo y nuestro dinero.
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