Este más de medio siglo de pertenencia
e intimidad ininterrumpida,
de deslinde imposible entre el tú y el yo,
entre el imán de tu cuerpo
y la acerada tosquedad del mío,
esa vocación volcánica que nació en lo remoto
y que se ha anquilosado
en la terquedad atemporal
del para siempre…
Ahora que el deseo no es el aperitivo
y que ni siquiera forma parte del menú,
ahora que se ha achatado mi pericia
por los polos,
y no alcanzo a distinguir con nitidez
el juego, el jugo y la médula,
se, y me reafirmo en ello,
que soy donde tú acabas:
mi mal aquello que te daña
y mi daño el mal que te aqueja.
Confusión, sí;
pero con las cosas muy claras.

C'est la vie. En ello andamos algunos.
ResponderEliminarUn abrazo.