Fue en otoño, cuando la uva
es un manjar
de dulzor y abundancia;
como tarjeta de
presentación,
una sonrisa anchurosa como
hoja de pámpano
con manchas ocres que ganan
terrero
a un verde que tuvo su
esplendor y ya declina.
Te miré a los ojos
y desde allí caía una
cortina de cielo
que te iluminaba el rostro.
Eras toda radiante, hermosa
como un sueño,
una niña sonriente que se
azoraba por el pretil
de los pocos años
como quien juega a las
princesas
y teme que se deshaga el
hechizo.
Había oro en tus ojos y
destellos de luz
con crisoles de aurora.
Toda tú eras inauguración
para nuestras torpezas.
Nos habíamos saludado con la
mirada
y un diálogo de balbuceos
indescifrables
cuyas coordenadas nos eran
ajenas.
De repente un incendio, un
fuego frío
que todo lo aturde
y lo embriaga de color y de
aromas desconocidos…
Fue en otoño, cuando la
primera mirada.
A veces la primavera empieza en otoño.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Y ya que hablamos de uvas, están las que vienen de Perú sin hueso, se comen todo, no hay problemas.
ResponderEliminarUn abrazo.
La primera mirada no se olvida nunca.Saludos
ResponderEliminarY aunque hayan pasado largos años y de blanco se hay teñido sus cabellos, siempre en su interior encontrarás a esa chica de hermosa mirada y que te robó el corazón.
ResponderEliminarBesos
...Y cada otoño aparecen las uvas del recuerdo, que tu vuelves a abrir en tu memoria-corazón con orgullo y entrega...Precioso en forma y fondo.
ResponderEliminarMi felicitación y mi abrazo, Francisco.
precioso.
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