Envuelta en las sombras de
la noche,
con la cadencia de la brisa,
se hacía presente entre el
denso manto
de la madrugada,
hasta que los primeros
bostezos de luz
fueron dando formas a su
presencia
armoniosa y delicadísima.
Detrás de una peña, entre
abrojos,
un fuste enhiesto
profetizando promesas
que se harían rotundas y
fragantes
cuando las primera luces de
la aurora
corrieron los definitivos
visillos de la noche;
como una aparición de talle
enjuto y femenino,
una inmaculada vara de
nardo.
Casi un milagro de la naturaleza.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
No son pocos los milagros que nos regala la naturaleza, unos más apreciados y otros menos, pero milagros al fin.
EliminarUn abrazo.
La flor preferida de mi madre y una de mis preferidas. Lástima que solamente una vez llegaron a florecer en mis macetas, con timidez, faltas de energía. No le deben gustar estos contrastes de temperatura.
ResponderEliminarSeguramente prefieran un espacio mayor que el que ofrece una maceta. Gracias por el buen gusto y tu comentario.
EliminarUn abrazo.
Impecable y maravillosa irrupción en escena de un nardo. Hermosísimos versos, Francisco.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchísimas gracias, Rebeca. Nada tan agradable como encontrar el eco de los lectores.
EliminarUn abrazo.
Los nardos bien se merecen tus bellos versos.Saludos
ResponderEliminarSin duda que sí, el aroma inconfundible y sutil bien lo merece, Charo.
EliminarUn abrazo.
Directo a los sentidos. Preciosa aparición.
ResponderEliminarCuentan que durante el renacimiento, era una flor prohibida a las mujeres jóvenes porque se creía que su aroma embriagaba y adolecía voluntades (efecto Tenorio, podríamos llamarle).
Un abrazo en flor
No conocía esa vieja prohibición de la que hablas, Merche, pero me parece un bello complemento que puede justificar mi poema.
EliminarUn abrazo en flor.
Bonito poema Francisco . Haces grande y hermoso lo pequeño. Un abrazo
ResponderEliminarNo te veo ahora con tus reflexiones