Iba yo montado en un joven
rocín
a quien triplicaba la edad
y él a mí los deseos de
aventuras.
Lo monté a pelo,
imitando a los indios de las
películas,
prueba satisfactoria,
aunque me sentía más próximo
a Sancho
que a piel roja.
Mis piernas arqueadas
modelando la panza,
ambas manos aferradas a la
crin
cuando el animal inició un
trote
el equilibrio se hizo
milagroso
y la caída una amenaza
cierta.
No me tiró al suelo.
Pareciera que se divertía
cuando fue acelerando la
marcha
hasta lograr que mis
posaderas
no tocaran su lomo.
De repente, como niño que ha
hecho una gracia,
paró en seco y me pareció
iniciar
un vuelo que despegaba por
sus orejas.
Debo mucho a Juan Ramón,
entre otras cosas,
pensar que todo burrito
es de algodón y tiene ojos
de vivo azabache.
A ese burrito llamado Platero también me he subido yo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Los de nuestra generación hemos vivido experiencias que hoy no son corrientes, Emilio.
EliminarUn abrazo.
Y como ya advertías que se divertía, una vez cogiste vuelo
ResponderEliminaren dirección al suelo, viéndote allí sentado, tú reirías y él te miraría de soslayo. Reídos y ambos en pie, le diste un abrazo, de oso no, de borriquillo y un beso, ¡¿ tú qué has hecho, burrillo travieso?♡!.
¡Qué bien articulas el comentario para hacer con él una recreación, Merche.
EliminarBesos.
A mí me sucedió algo parecido a los trece años, pero en un potranca; con tal mala suerte que el vuelo me costó cuatro fracturas en el brazo izquierdo.
ResponderEliminarUn abrazo.
La infancia en el medio rural da facilidades para un sin número de historias. No se puede decir que no pagaras un alto precio, Rafael, pero seguro que te divertiste mucho montando la potranca.
EliminarUn abrazo.
Para mi todos los burritos son Platero, son unos animales, humildes y muy sufridos, a los que nadie presta mucha atención. Yo también monté de niña en alguno, ¡Cómo no!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Para mí acabaron siéndolo. Pero antes era un animal útil para las faenas del campo, al que se cuidaba y mimaba; luego aprendí a leer y vino todo lo demás.
EliminarQuizá se te ha escapado leer lo siguiente: http://diasdeaplomo.blogspot.com.es/2017/10/la-alameda-se-ha-cubierto-de-pasos.html#comment-form
Un fuerte abrazo.
Precioso poema. Tambien yo, me suví a un borriquillo que teniamos en casa. Yo, no me caí pero si que me dibertí con el trote del animal.
ResponderEliminarMi hermano, para que me asustara le hacía correr y yo en vez de asustarme me reia toda contenta cogida con fuerza a mi hermano.
Un beso.
Podemos afirmar que es una vivencia común a todos los de nuestra generación. Con el tiempo, lo que ha pasado es que ya apenas hay burritos, solo motores de explosión.
EliminarBesos tiernos.
Nada más empezar tu relato me llegó el aroma de Juan Ramón y de su Platero, esponjoso y suave, como de algodón.
ResponderEliminarUn saludo
Esa era mi intención, Carmen, destacar lo mucho que Juan Ramón ha hecho por este animal.
EliminarUn abrazo.
Estás con una gracia, que quién te detiene, jajaja. Es una delicia disfrutar lo que escribes cualquiera que sea el tono, el tema, el registro.
ResponderEliminarBesos contentos de anís.
Al leer tu comentario se puede afirmar: Sara es una incondicional; a lo que añado: y un ser exquisito y muy amable.
EliminarBesos de anís.
Incondicional... depende. De ti sí lo soy. No mereces cosa distinta.
ResponderEliminarA sus pies, my Lady.
EliminarBesos aromáticos.