Aquí y ahora, dos términos,
la acotación precisa que nos sitúa
en tiempo y espacio,
una localización que acomoda lo impreciso
a la exactitud más escrupulosa,
aunque todavía puro silencio,
escueta presencia.
Como las campanas de la torre,
-bronce bruñido a la intemperie-
no dejan de ser silencio,
presencia expectante y hasta olvido;
su realidad está estrechamente vinculada
con la acción sonora,
igual que tú o yo perfectamente ubicados
y localizados, pero en silencio.
El silencio es la envoltura del vacío,
acaso prudente, cuando aguarda la ocasión,
pero barbecho improductivo
cercano a lo estéril, si así se eterniza.
Presente, si; pero que sea indicativo
de una acción inminente que deje rastro
y, a ser posible, obra imperecedera.

















