La preguntas son
muy malas compañías,
oscurecen el resplandor de la luz
y trastocan el reloj
hasta arruinar el descanso nocturno.
A una única pregunta,
un hormiguero de incertidumbres
y ninguna de ellas satisfactorias.
Hundido en el sopor de la madrugada,
se agrietan los interrogantes,
se acrecienta lo aplazado
y ninguna respuesta se orienta
en lo satisfactorio, ni ofrece la vereda
por la que llegar a vislumbrar
en la oscuridad del duermevela.
El despertador masculla en silencio
y con cada mirada oferta
un anillo de ondas sin fin,
como la que genera la piedra lanzada al agua,
que se multiplica hasta desvanecerse.
Pronto llegará el alba sin haber dormido
y el cuestionario no deja de crecer,
al tiempo que la incertidumbre.
Monólogos de angustias:
antes de vestir el pijama,
asegúrate de despojarte previamente
de todo lo que te inquieta
y no lo ocultes bajo la almohada.