A
un arquitecto inquieto con residencia en el mundo
Cae la tarde al occidente de
Manila
vistiendo de mercurio la
lámina de agua;
el sol es linterna escarlata
que transporta
su incendio surcando
continentes
y tintando de magenta las
nubes
negras que, preñadas de agua,
renegrean amenazas;
mientras, el Guadalquivir se
derrama
hacia Sanlúcar detrás de
Tablada,
allá por donde corretea la
plácida
infancia del trotamundos de
aulas magnas,
inseminando de saber
constructivo
a los necesitados del
conocimiento;
la resistencia de materiales
se hace dúctil,
mientras el otoño lagrimea
láminas de azogue al
atardecer:
de oriente hasta occidente,
en un Plax,
la vida transcurre hacia su
ocaso
dictando luz y sabiduría que
serán universales.
Efectivamente, lagrimea, lllueve, a jarrillo, ya el otoño llora, ya consigió entrar, Cae la tarde en Manila, todo lo abarca tu poesía, desde Manila hasa el Guadalquivir, completa, como siempre, llena de añoranza y amor a tu tierra, te felicito por ella.
ResponderEliminarBesos.
Esta foto está tomada por la persona a la que le dedico el poema, uno de tantos jóvenes españoles que han derribado las fronteras con su saber, como si ya viviese su otoño.
EliminarUn beso.
En realidad el sol se esconde avergonzado. No quiere presenciar el panorama desolador que se ofrece ante sus ojos. Prefiere que las sombras se vayan apoderando del día para no ver algo que le desazona día tras día.
ResponderEliminarUn saludo.
Esta es la foto de un arquitecto sevillano e imagino que la mirada desde Manila hacia el occidente añorando su Guadalquivir. Quizá uno de los expulsados por la crisis del latrocinio que padecemos.
EliminarUn abrazo
Bellísimo Francisco. Has jugado con las metáforas que tan hermosas te salen. Eres un creador de metáforas, el recurso literario más bello y más difícil de crear.
ResponderEliminar" mientras el otoño lagrimea
láminas de azogue al atardecer " UN GOZO ABSOLUTO.
Me encantó ! re re re SOBERBIO.
Apapachos.
Gracias por tu recompensa a mi esfuerzo, María del Carmen.
EliminarApapachachos
La vida transcurre hacia su ocaso... Sí señor, por ello debemos aprovecharla al máximo.
ResponderEliminarDesde Gran Canaria, un saludo afectuoso para todos. Ángel
Así es, Ángel, la etapa que nos toca vivir; pero al tiempo, una ocasión para reflexionar sobre todo lo que acontece a nuestro alrededor.
EliminarUn abrazo.
Un bello recorrido que he hecho de tu mano y al lado del Guadalquivir.
ResponderEliminarGracias.
Me alegro, Tracy. Si te ha gustado quiere decir que está bien hecho, aunque todo es mejorable.
EliminarUn beso.
Muchas veces pienso, cuando me baño en la playa, de que esas mismas aguas bañan a otro continente, muy lejos. Y es que somos tan pequeños que a veces nos asemejamos a las gotas de ese inmenso mar.
ResponderEliminarUn beso
Así es Carmen. Lo mismo sucede con el aire que acaricia tu rostro o tu pelo, ¿cuántas caricias ha dispensado antes en remotos orígenes, de distintas razas y culturas? Esto nos da pie a valorar lo poco que somos, lo semejantes que somos de uno al otro confín.
EliminarUn beso.
Esa linterna escarlata, que lleva su incendio de luz y sabiduría a todos los continentes, es fiel reflejo y símbolo de ese "trotamundos arquitecto"que transporta su saber y conocimientos a otras latitudes...Y mientras el otoño lagrimea(bella y original metáfora) la vida sigue su curso...El cielo y la tierra se miran y se encuentran en el mismo camino, a través de los pasos de todos los que se fueron deseosos de dar lo mejor de si mismos...Mi felicitación por tu hermoso homenaje a este arquitecto, que recuerda su tierra y su río, en este caso el Guadalquivir.. Mi abrazo y feliz noche, Francisco.
ResponderEliminarPara ti mi agradecimiento infinito por el ejercicio de disección que haces de cada verso y cada palabra. Tus comentarios son motivo para volver a escribir de nuevo.
EliminarBesos.
Estupenda oda al ocaso, uno de mis momentos favoritos para la fotografía.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias por dejarme tu opinión.
EliminarUn abrazo.
Hola Francisco, bello poema. Una pena que el sol quiera cerrar sus ojos para no ver a tantos españoles que se han tenido que ir fuera y que tendrán su otoño lejos de sus tierras. Seguro que ese arquitecto tan especial algún día podrá volver a su país y ver de nuevo como por el Guadalquivir pasan montones de pequeñas canoas que cayeron de los árboles y viajan buscando un lugar donde reposar sus colores amarillos y pardos.
ResponderEliminarSaludos y abrazos
¡Que precioso y poético comentario, Isa!
EliminarUn beso.
Querido Francisco, veo ahora mismo tu post emocionado, y la verdad, es que me cuesta encontrar palabras. Qué sorpresa, y qué honor, encontrarme en tu blog de esta manera. No sé cómo agradecértelo, la verdad.
ResponderEliminarSólo he de decir como respuesta que tienes en tu casa también a tu hijo Carlos, al que todos queremos, como mejor muestra de esos buenos profesionales que buscan sus oportunidades fuera de España, igual que tantos otros que conocemos, en América Latina, en Asia, en África…a los que profundamente admiro por su coraje y por su capacidad de trabajo. Gente que allá donde va, es valorada inmediatamente por lo que aportan: en ello, los expatriados ven reconocido su trabajo y con ello, crecen como personas.
Mi abuela lo decía de esta manera: "el mundo es de Dios, y Dios se lo alquila a los valientes". Valga tu post, querido Francisco, para recordar a todos los valientes como tu hijo, que están lejos y que tanto a todos nos enseñan.
Un fuerte abrazo desde Tokio, querido amigo.
Plax
Tu valía se escabulle entre líneas, como pez entre las manos, cuando obvias tus méritos para hablar de los ajenos. Gracias por tan entrañable respuesta. Que ese Dios del que hablamos los abuelos os bendiga a todos por esos mundos de Dios.
EliminarUn fuerte abrazo.